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NUEVAS PERSPECTIVAS EN NEUROCIENCIA COGNITIVA

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LA CONCIENCIA: CONCEPTOS, HIPÓTESIS Y OBSERVACIONES CLÍNICAS Y EXPERIMENTALES

«Pero, llegado a cierto término de crecer y de vivir, me saltó de repente un tan extraordinario ímpetu de conocimiento, un tan grande golpe de luz y de advertencia, que revolviendo sobre mí comencé a reconocerme haciendo una y otra reflexión sobre mi propio ser: ¿Qué es esto, decía, soy o no soy? Pero pues vivo, pues conozco y advierto, ser tengo. Mas, si soy ¿quién soy yo? ¿Quién me ha dado este ser y para qué me lo ha dado?»

BALTASAR GRACIÁN

Resumen conceptual

✓ La conciencia es un estado de la mente subjetivo, cualitativo y unificado, que aporta flexibilidad al comportamiento.

✓ Los qualia son las cualidades sensoriales que componen la experiencia consciente. Integran una gran cantidad de información con carácter ejecutivo.

✓ La conciencia parece radicar fundamentalmente en la corteza cerebral, aunque el tálamo y los sistemas subcorticales de arousal podrían ser necesarios pero no suficientes para generarla.

✓ El cerebro podría generar conciencia mediante mecanismos de resonancia, sincronización y/o integración funcional de la actividad de las neuronas de diferentes regiones corticales y subcorticales.

✓ El cerebro humano podría no haber evolucionado lo suficiente para entender cómo la materia objetiva se vuelve imaginación subjetiva.

✓ A lo largo de este capítulo se proporcionará información actualizada de los principales conceptos, hipótesis y datos clínicos y experimentales sobre la conciencia. Se describirán sucesivamente la naturaleza, las funciones y los correlatos neurales de la conciencia. Por último, se harán conjeturas sobre la capacidad del cerebro humano para entender la mente consciente (the hard problem).

PERCEPCIÓN CONSCIENTE

La mente, una entidad compleja y en cierto modo misteriosa, es lo más familiar y propio que tiene el ser humano, aquello con lo que cada uno de nosotros más se identifica. Funciona de tal modo, que si uno abre los ojos en un día soleado siente que todo el paisaje que contempla está lleno de luz. Igualmente, el olor del desayuno matinal parece que está ahí fuera, saliendo de la taza de café caliente. Pero lo cierto es que esa luz y ese olor sólo existen en la mente, pues constituyen el modo en que el cerebro hace que uno perciba las diferentes formas de energía que circundan por el entorno. Fuera de uno no hay luz, sólo energía electromagnética, ni olor, sólo partículas volátiles. Es decir, corno se ha descrito en el capítulo 10, el cerebro crea la mente y hace que la persona perciba lo que ocurre fuera y dentro de su cuerpo de un modo especial y fascinante que no tiene por qué coincidir con la realidad misma.

 

Ese modo especial no es otra cosa que la percepción consciente, y sus contenidos, un fenómeno que, además de dar sentido a la vida humana, aporta flexibilidad al comportamiento y convierte a las personas en seres verdaderamente inteligentes.

NATURALEZA Y FUNCIÓN DE LA CONCIENCIA

La consciencia es el estado de la mente que permite que nos demos cuenta de las cosas que pasan, aquello que se pierde cuando dormimos o nos anestesian. Muchos procesos mentales tienen lugar de modo automático e inconsciente, pero la mayoría de ellos, como las percepciones, las emociones o la memoria, tienen también lugar de manera consciente. Además de un estado subjetivo y cualitativo, es decir, muy especial, la conciencia es un estado unificado, pues, aunque la integran múltiples componentes o microconciencias (de color, forma, sonido, movimiento, olor, etc.), se presenta siempre como un todo integrado, de tal modo que la persona es consciente o no lo es, pero nunca, salvo casos excepcionales, tiene la impresión de tener más de una conciencia al mismo tiempo. La con-ciencia tiene mucho de ilusoria, pues, aunque el cerebro procesa los diferentes tipos de estímulos sensoriales y sus cambios a diferente velocidad y ese procesamiento precede en milisegundos a su percepción consciente, esta última, lejos de resultar fragmentada, es normalmente coherente y continuada. En una secuencia visual, por ejemplo, aunque la percepción de los cambios en color precede en unos 75 ms a la percepción de los cambios en movimiento, la persona no nota esa diferencia y el conjunto es percibido de forma única e integrada.

La conciencia es un estado de la mente unificado, subjetivo y cualitativo.

Para estar conscientes no es necesario ser especialmente estimulado ni forzar el pensamiento. La conciencia se impone a la persona, ya que ésta no posee ningún dispositivo para activarla o desactivarla voluntariamente, corno se hace con la visión abriendo o cenando los ojos, y aunque es cierto que la atención, voluntaria o no, está muy relacionada con la conciencia y puede influir en ella, atención y conciencia no son la misma cosa, pues es posible ser conscientes sin prestar atención a nada particular, como cuando uno descansa relajado con los ojos cenados, o atender y estar pendientes de cosas sin necesidad de ser conscientes de ellas, como cuando uno conduce atendiendo automáticamente a la carretera mientras piensa en lo que hará al llegar al destino. Aunque comparten estructuras y mecanismos neurales, atención y conciencia son procesos cerebrales distintos y en cierto modo opuestos, pues mientras que la atención selecciona y dirige la conciencia específicamente hacia las regiones corticales que procesan contenidos particulares, la conciencia hace que un contenido particular active amplias regiones corticales, en el modo que se abordará más adelante. Es también importante tener en cuenta que la conciencia no es información directa sobre el procesamiento mental de información. que tiene lugar en el cerebro, el cual ocurre de forma totalmente inconsciente. Lo que la conciencia aporta a su modo es el resultado, el producto final de ese procesamiento, igual que lo que se ve en la pantalla de un televisor es una forma de presentar el resultado final de las complejas computaciones y del tratamiento de la información que tienen lugar en sus circuitos electrónicos. Es normal, por lo tanto, como muestran algunos experimentos electrofisiológicos, que el procesamiento de información en el cerebro pueda preceder a la propia conciencia, aunque sea sólo en pocos milisegundos, del mismo modo que es normal que la electricidad pase por el cable antes de que se encienda la bombilla.

Atención y conciencia son procesos cerebrales distintos.

Una forma muy especial de conciencia es la autoconciencia o metaconciencia, es decir, ser consciente de que se es consciente y poder reflexionar sobre la propia mente y los propios pensamientos. La autoconciencia permite, por ejemplo, que una persona que siente dolor pueda estar preocupada por ese dolor y sus causas o consecuencias. Aunque algún grado de conciencia pudo estar ya presente hace unos 350 millones de años en los vertebrados primitivos tetrápodos (amniotas), la autoconciencia no parece posible en ningún animal infrahumano, pues nadie imagina ni siquiera al astuto cuervo o al inteligente perro reflexionando sobre su propia mente y sus propios pensamientos. Hay quien cree, no obstante, que animales como los chimpancés, los delfines o incluso los elefantes, al existir ciertas pruebas de que podrían reconocerse a sí mismos en un espejo, tienen capacidad de autoconciencia, cosa que no ha podido todavía demostrarse de un modo plenamente convincente. Un aspecto crítico de la autoconciencia es el sentido de estar localizado dentro del propio cuerpo, pues cada persona se siente ubicada en los límites físicos de éste. Ahora se sabe que ese sentido depende de la combinación consciente de las propias percepciones sensoriales, las visuales y somáticas, especialmente. Determinadas drogas, las apoplejías o las convulsiones resultantes de algunas enfermedades pueden alterar ese sentido y crear en los individuos percepciones extracorpóreas, es decir, el sentimiento de estar ubicado fuera de su propio cuerpo y contemplarlo desde la perspectiva que lo haría otra persona. Esto ha sido reciente-mente demostrado en experimentos de laboratorio incluso con individuos sanos, sin drogas, mediante instrumentos óp-ticos que permiten que el sujeto visualice imágenes distantes de él mismo tomadas con cámaras de vídeo al tiempo que se tocan simultáneamente partes de su cuerpo y las homólogas del cuerpo virtual que está viendo a través de los oculares. En esas circunstancias el individuo se percibe a sí mismo en la distancia, más allá de donde realmente está su cuerpo. Podría afirmarse que vive sin vivir en él. La conciencia dota a los seres humanos de una extraordinaria capacidad para interpretar el mundo y responder a él, hecho que se entiende bien cuando se considera que la alter-nativa a la mente consciente sería un individuo robotizado, dotado de una gran cantidad de mecanismos automáticos inconscientes (es decir, un zombi) para responder a cada una de las diferentes situaciones que tuviera que afrontar a lo largo de su vida. Pero aun así, ese individuo no tendría toda la capacidad de un ser consciente para interpretar el mundo y responder flexiblemente a sus novedades e incertezas. A continuación se analizará por qué. Cada experiencia consciente, sea simple o compleja, tiene una de terminada característica, un modo particular de ser percibida, diferente a cualquier otra. No es lo mismo percibir la rojez del rojo que el picante del picor, lo doloroso del dolor que la emoción de un premio, el sabor de una comida que el malestar de la envidia, sentir que uno es una persona física que estar enamorado, vivir la realidad presente que recordarla más tarde, etc. Hasta un águila o un cocodrilo, zoma cualquier otro animal con capacidad de conciencia, de-ben tener una percepción particular de ser lo que son y no otra cosa. ¿Cómo será sentirse león? ¿Será muy diferente a sentirse persona? Pues bien, a esos contenidos o cualidades subjetivas de cada una de las múltiples experiencias conscientes es a lo que los filósofos llaman qualia (quale, en singular) y su importancia radica en que sirven para integrar una gran cantidad de información en una única percepción instantánea. El quale o percepción particular que produce, por ejemplo, la imagen de una determinada persona, es una forma sintética e inmediata de informar a uno, sin tener que pensar o razonar sobre ello, de todo lo que uno sabe sobre esa persona en particular y sobre las personas en general, además de informar también todo lo que no es esa persona (p. ej., otra persona, un animal o un objeto). Esa integración de información que proporcionan los qualia es muy útil para tomar decisiones o actuar en consecuencia sin tener que perder tiempo en analizar en detalle o profundidad la situación percibida.

Recuadro 1

Cuando una persona mira sus manos, siente que forman parte de su propio cuerpo. ¿Cómo es capaz de distinguir su cuerpo del. resto de los objetos que lo rodean y de sentirlo como algo perteneciente a sí mismo? Este problema ha llamado la atención durante años de filósofos y psicólogos y recientemente ha interesado también a los neurocientíficos. En 2004, H. Henrik Ehrsson, Charles Spence y Richard E. t'assingham publicaron en la revista Science un trabajo en el que analizaron las bases neurales del sentimiento de pertenencia de los brazos como un aspecto fundamental de la autoconciencia a través de una ilusión perceptiva denominada la ilusión de la mano de goma. (La ilusión de la mano de goma). Estos investigadores situaban a los participantes en el estudio con su mano izquierda fuera de su vista y en su lugar veían una mano de goma (Fig. A). Después, los investigadores tocaban simultáneamente con un pincel ambas manos, la izquierda, que no veían, y la de goma, que sí veían. Los individuos sentían entonces como propia la mano de goma, pero sólo si las pinceladas se producían sincrónicamente y en la misma dirección en ambas manos (Fig. B). Tal era la fusión, que si se les pedía que señalasen con la mano derecha su mano izquierda, tendían a señalar la mano de goma en lugar de señalar su propia mano. Se utilizó resonancia magnética funcional para medir la actividad cerebral de los participantes en el estudio mientras sentían la ilusión perceptiva. Se comprobó que la actividad neural de la corteza premotora (Fig. A) reflejaba el sentimiento de pertenencia de la mano, dado que si los movimientos del pincel eran sincrónicos y se daban en la misma dirección (y, por lo tanto, el individuo sentía la mano de goma como si fuera propia), se activaba esta región cerebral. Los investigadores concluyeron que la integración multisensorial en la corteza premotora proporciona un mecanismo para la autoatribución corporal. Sugirieron además que la actividad de la corteza parietal (fundamentalmente, la pared medial del surco intraparietal) podía reflejar la sincronía o congruencia entre Los estímulos visual y táctil, transmitiéndola a la corteza pre-motora para generar la sensación de que la mano de goma pertenece al propio cuerpo. En línea con esta hipótesis, se ha podido comprobar que esa región de la corteza parietal se encuentra conectada con los sistemas visual, somatosensorial y con las áreas premotoras, y que sus neuronas integran información propioceptiva, visual y táctil de la mano. Algunos pacientes con lesiones parietales muestran incapacidad de reconocer sus manos como parte integrante de su cuerpo.

 

En 2007, Ehrsson et al. publicaron otro trabajo en el que mostraron que el ademán de pinchar la mano de goma con una aguja afilada evocaba una respuesta de miedo (reacciones corporales neuroendocrinas) y actividad en regiones cerebrales relacionadas con la retirada de la mano, la anticipación del dolor y la ansiedad (corteza cingulada anterior e ínsula). Es decir, esta vez, cuando los participantes del estudio empezaron a sentir la mano de goma como parte de su propio cuerpo, mostraron las mismas respuestas emocionales y de defensa que habrían tenido si su mano real hubiera estado amenazada. Cuando la mano de goma estaba a punto de ser pinchada se observó un aumento de la actividad en áreas mediales de la corteza motora, particular-mente las áreas motoras suplementaria y presuplementaria. En otros estudios se ha observado que la estimulación eléctrica del área motora suplementaria genera en las personas la necesidad de mover su brazo. Asimismo, se ha podido comprobar que estas regiones motoras también se activan cuando las personas experimentan o anticipan la llegada de un estímulo doloroso, lo que sugiere que probablemente esta actividad motora se encuentre relacionada con el impulso de quitar la mano o con la propia respuesta motora de retirada del. miembro cuando es ex-puesto a un estímulo amenazante. En definitiva, puede afirmarse que la experiencia de que el cuerpo forma parte de uno mismo es un aspecto fundamental de la autoconciencia. La ilusión de la mano de goma se asocia con la actividad de áreas multisensoriales y con la integración de la información propioceptiva, visual, táctil e interoceptiva. 

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Figura A. Ilusión de la mano de goma. A) La mano de goma se encuentra encima de una mesa a la vista de la persona, mientras que la mano real se encuentra oculta debajo de un panel de madera. En la secuencia se puede observar cómo se toca sincrónicamente y en la misma dirección con un pincel la mano de una persona y una mano de goma. B) Los investigadores tocan simultáneamente con un pincel ambas manos, la izquierda –que no ven– y la de goma, que sí ven. Poco a poco, a medida que se van siguiendo los toques, la persona va sintiendo la mano de goma como si fuera su propia mano; es lo que se conoce como la ilusión de la mano de goma. C) Si, además, el investigador pincha la mano de goma con un alfiler, los participantes del estudio tienen la sensación de que van a ser pinchados y reaccionan retirando la mano de la mesa.

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Figura B. Localización del área premotora (A) y del área motora suplementaria (B).

Como afirma el profesor Christof Koch, del California Institut of Technology, la conciencia es un resumen de la realidad con carácter ejecutivo. Es decir, gracias a la gran cantidad de información implícita que proporcionan los qualia, los seres humanos tienen una extraordinaria flexibilidad para comportarse del modo más conveniente en cada circunstancia, algo de lo que carecen los robots y otros automatismos reflejos.

La conciencia dota a los seres humanos de una extraordinaria capacidad para interpretar el mundo y responder a él.

CÓMO EL CEREBRO GENERA LA CONCIENCIA (THE SOFT PROBLEM)

Al investigar en este capítulo la naturaleza de la conciencia, el principal objetivo es conocer sus correlatos y causas cerebrales, es decir, las estructuras y dinámica cerebrales que la hacen posible. Se comenzará planteando el siguiente interrogante: ¿la conciencia emerge de la actividad global del cerebro, de alguna estructura particular de éste o de determinados circuitos neurales? Algo que parece descartado por falta de pruebas es que la conciencia pueda radicar en el nivel suba-té-mico, es decir, en las partículas que integran los átomos y moléculas de las neuronas. Los experimentos consistentes en desactivar un hemisferio cerebral mediante la inyección de una sustancia anestésica en la arteria carótida del mismo lado (Test de Wada), así como las observaciones clínicas en individuos callosostomizados, muestran que cada hemisferio por separado puede mantener su propio grado de conciencia y originar incluso comportamientos incompatibles entre ambas mitades del cuerpo. Ya en cada hemisferio, llama la atención que la corteza prefrontal es la parte más evolucionada del cerebro, relacionada estrechamente con la capacidad de razonar, planificar el futuro y tomar decisiones— no parece necesaria para la conciencia, pues los individuos que han sufrido traumatismos o accidentes que han dañado esa parte de sus cerebros pueden seguir siendo conscientes aunque tengan alterada su capacidad de razonamiento (Fig. C). El tálamo y sus abundantes proyecciones nerviosas bidireccionales con la corteza cerebral son la única parte del cerebro que no puede dañarse gravemente sin que se pierda la con-ciencia. Las lesiones y las manipulaciones electrofisiológicas y farmacológicas de los núcleos talámicos, particularmente de los intralaminares, alteran los estados de conciencia (Fig. D).

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Figura C. Localización de la corteza prefrontal en el cerebro humano.

Al tálamo se lo ha denominado «el umbral de la conciencia», sugiriendo que hasta que la información procedente de los órganos de los sentidos no llega él, no empieza a hacerse consciente. Sin embargo, se ha observado que cuando se anestesia a un individuo la corteza cerebral se desactiva antes que el tálamo, el cual puede seguir activo hasta 10 minutos después de que el individuo ya esté totalmente inconsciente. Ésta y otras observaciones clínicas y experimentales sugieren que la actividad del tálamo podría ser necesaria pero no suficiente para la conciencia, la que parece depender más de la corteza cerebral. Efectivamente, las abundantes conexiones feedback de las neuronas de la corteza cerebral han permitido sugerir que el estado consciente podría depender de actividad sostenida y recurrente (reverberante, reentrante, recursiva) desde las áreas superiores de procesamiento de información en la corteza cerebral a las áreas inferiores, sin excluir al propio tálamo. De ese modo, una percepción no se haría consciente hasta que el resultado de su procesamiento en determinadas estructuras superiores no produjese una actividad feedback hacia las estructuras inferiores que lo originaron, cerrando así una especie de bucle funcional. Esta hipótesis, aunque no explica algunas características importantes de la conciencia, como su unicidad, se ha visto apoyada por los resultados de experimentos electrofisiológicos con monos que muestran que -cuando el animal no es consciente de una imagen que se presenta muy brevemente ante sus ojos- la información neuronal de esa imagen, aunque puede alcanzar en algún grado las áreas superiores de procesamiento visual (corteza inferotemporal), no tiene capacidad para producir otra información recurrente hacia las áreas inferiores de dicha modalidad sensorial (corteza estriada), cosa que sí ocurre cuando la misma imagen se presenta durante más tiempo y el mono es consciente de ella (Fig. E). Parte de este planteamiento es también sostenido por la llamada teoría dinámica de la conciencia de Edelman.

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Figura D. El tálamo se encuentra compuesto por diferentes núcleos que pueden distinguirse por su localización topográfica dentro del propio tálamo y por sus patrones de conexión. Con respecto a los núcleos de proyección difusa, un aspecto que se ha de de tener presente es que se trata de núcleos cuya conectividad no está restringida a áreas concretas de la corteza cerebral, sino que forman un amplio despliegue de conexiones. Entre estos núcleos destaca el núcleo reticular talámico, ya que desempeña una función sobre el control de la actividad general que se produce en la corteza, y los núcleos intralaminares y de la línea media, que permiten la convergencia en el tálamo de la información procedente de distintas zonas encefálicas y de la médula espinal, para distribuirla a amplias regiones corticales. Se ha podido comprobar que este sistema de núcleos establece también patrones de conexión con los núcleos de relevo talámicos y con diferentes regiones subcorticales.

Diferentes observaciones clínicas y experimentales sugieren que la actividad del tálamo podría ser necesaria pero no suficiente para la conciencia, la que podría depender más de la corteza cerebral.

Para resolver el problema de la unidad de la percepción consciente y/o el denominado binding o ligamiento perceptivo, se han propuesto dos hipótesis. Una de ellas plantea que los resultados del procesamiento neuronal de las diferentes características o atributos de una experiencia consciente (color, forma, sonido, movimiento, etc.) que se lleva a cabo en diferentes áreas corticales podrían reunirse en un lugar final común capaz de integrar toda la información recibida. Sin embargo, nunca se ha podido hallar tal lugar en el cerebro, por lo que se ha sugerido que la unidad perceptiva podría lograrse no reuniendo sino sincronizando con precisión la actividad de las neuronas de diferentes áreas de la corteza cerebral. La metáfora para explicarlo podría ser una orquesta sinfónica. Cuando los músicos se preparan para una actuación afinando cada uno de ellos sis instrumentos por separado, lo que se oye son sonidos diferenciados y dispersos, sin armonía, como formando pace de melodías múltiples. Pero cuando los diferentes instrumentos suenan de manera sincronizada siguiendo la partitura y bajo la batuta del director, lo que se percibe es una única y armoniosa melodía. De modo semejante, la actividad de las neuronas de las diferentes regiones corticales que procesan diferentes características de los esti-mulas podría originar una percepción consciente unificada (binding perceptivo) cuando resulta sincronizada mediante descargas rítmicas en el intervalo de frecuencias gamma del electroencefalograma (EEG) (30.70112) (Fig. E). Esta hipótesis encuentra apoyos en las resultados de experimentos con seres humanos que comparan los correlatos neurales de palabras consciente e inconscientemente percibidas. En uno de ellos, la actividad gamma inducida en un alto número de regiones de la corteza cerebral por la presentación de estímulos conscientemente percibidos mostró un ajuste preciso de fase intrahemisferios y entre hemisferios cerebrales durante unos 100 ms. Otros trabajos con animales muestran que la sincronización cortica' en el intervalo de frecuencias gamma puede ser activada estimulando la formación reticular del mesencéfalo y facilitada por la atención.

 

En la misma línea de pensamiento, el neurólogo colombiano Rodolfo Llinás et al. han propuesto que la conciencia podría estar determinada por actividad sincronizada o resonante no tanto en la propia cor-ten como en el sistema talamocortical y en un intervalo de frecuencias próximo a los 40 I iz. Esta hipótesis es avalada por los resultados de registros de magnetoencefalografía que muestran oscilaciones talamocorticales en dicha frecuencia tanto en situaciones de vigilia consciente como durante el sueño REM (de movimientos oculares rápidos), en seres humanos. Sin embargo, no está del todo claro que la sincronía en el intervalo gamma se desvanezca durante el sueño no paradójico o en individuos anestesiados o mientras sufren convulsiones, pues es posible que pueda haber sincronía sin conciencia, aunque quizá no conciencia sin sincronía. Quedan, por lo tanto, importantes dudas sobre el papel de la sincronía en la conciencia. 

Rodolfo Llinás et al. han propuesto que la conciencia podria estar determinada por actividad sincronizada en el sistema tatamocortical, en un intervalo de frecuencias próximo a los 40 Hz. 


Giulio Tononi, de la universidad de Wisconsin (EE.UU.), uno de los investigadores que más ha trabajado en el tema, tiene una idea diferente, aunque quizá complementaria a la de la sincronía. Él y Christof Koch proponen que la clave de la conciencia podría radicar en la integración funcional de la actividad de los diferentes módulos o circuitos neuronales de la corteza especializados en procesar características o tipos de información, los cuales, como se sabe, no son necesariamente fijos ni adyacentes en la corten cerebral, pudiendo cambiar en composición con la experiencia y con el tiempo, pues son plásticos. La conciencia, de ese modo, sería información integrada y podría basarse en un aumento de la conectividad entre las neuronas de los complejos e interactivos circuitos corticales del cerebro de los mamíferos, para lo que podría ser necesaria la influencia del tálamo, particularmente de las neuronas de.sus núcleos intralaminares, y también de las neuronas que proyectan a la corteza cerebral desde diferentes mí-cleos del tronco del encéfalo y son responsables de los diferentes estados de sueño y vigilia (sistemas de arousal cortical). 

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Figura E. Representación de las corrientes dorsal y ventral del sistema visual en el cerebro humano. En la imagen se puede observar la localización de la corteza inferotemporal y de la corteza estriada. De la corteza visual primaria (corteza estriada) se envía la información a la corteza visual de asociación (la corteza extraestriada). Ésta contiene varias regiones, cada una de las cuales está especializada para procesar la información visual relacionada con una característica (color, movimiento, profundidad, etc.) y presenta uno o varios mapas independientes del campo visual. A partir de una región de la corteza extraestriada (V2), la corteza visual de asociación se divide en dos corrientes o vías: la corriente dorsal y la corriente ventral. Tal como hemos visto en el capítulo 10, la corriente dorsal termina en la corteza parietal posterior y se encarga fundamentalmente de la percepción de la localización espacial, mientras que la corriente ventral termina en la corteza temporal inferior o inferotemporal y se encarga sobre todo de la percepción de la forma. Trabajos electrofisiológicos han mostrado que si se presenta una imagen visual durante un espacio muy breve de tiempo, aunque pueda llegar a la corteza inferotemporal, no presenta la capacidad para producir otra información recurrente hacia las áreas inferiores de la misma (corteza estriada o V1), de forma que no se es consciente de la imagen.

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Representación de una muestra de 1 segundo de duración de un registro electroencefalográfico adquirido en la posición Oz. La señal se encuentra filtrada para representar únicamente las ondas gamma.

Tales influencias serían necesarias para la reducción de los umbrales de activación de las neuronas de la corteza cerebral, que permitiría aumentar su conectividad e integración ha riendo posible el estado consciente. Serian, por lo tanto, condición necesaria, aunque no suficiente, para dicha reducción. En ese sentido, la actividad de las neuronas colinérgicas que proyectan desde el tronco del encéfalo al tálamo o de las que proyectan también al tálamo y a amplias regiones corticales desde el núcleo basal de Meynert t (Fig. F) podrían ser especialmente criticas como permisivas de la conciencia. Más aun, a su vez las neuronas de los núcleos intralaminares del tálamo pueden disparar a altas frecuencias y facilitar con ello la coherencia oscilatoria que haría posible la interacción entre muchas y amplias regiones corticales. Quizá por eso un paciente que llevaba 6 años en estado vegetativo de mínima conciencia pudo recuperar parte de su capacidad de respuesta conductual cuando se estimuló eléctrica y bilateralmente su tálamo en el quirófano.

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Figura F. Representación del prosencéfalo basal. El núcleo basal de Meynert, o núcleo basal magnocelular, está constituído por un grupo de neuronas localizadas en la sustancia innominada del procesencéfalo basal. Este núcleo presenta amplia proyecciones colinérgicas al tálamo y a la corteza.

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Figura G. Bonobo cogiendo termitas. Los bonobos son capaces de pasar con éxito la prueba de reconocimiento del espejo para la autoconciencia desarrollado por Gordon Gallup en 1970, basándose en observaciones realizadas por el propio Charles Darwin. B) Babuino llevando a cabo la prueba del espejo.

Recuadro 2. Etologia cognitiva y cl estudio de la conciencia.


La etología cognitiva es el estudio de la cognición animal basado en la percepción. el aprendizaje. la memoria y la toma de decisiones. Así, tos etólogos cognitivos tratan aspectos básicos corno la formación de conceptos de objeto y conceptos abstractos y la utilización de la información obtenida en un contexto para la creación de una categoría, o la extracción de un principio general como solución de problemas en otro contexto !inteligencia!: el aprendizaje del lenguaje: la memoria y la percepción: así corno los procesos cognitivos complejos, como la intencionalidad. la planificación. la teoría de la mente, el autorreconocimiento y la posibilidad de la autoconciencia en los animales.Esta disciplina fue introducida por Donald R. Griffin en 1976 y en las últimas dos décadas ha adquirido un notable prestigio. Este mismo autor publicó en 1981 el libro titulado La cuestión de la conciencia animal. En este libro echó un pulso a la tradición dominante de no emplear etiquetas psicológicas explícitas para describir los procesos cognitivos de los animales. Además de la conciencia. argumentó que no existía ninguna razón válida para que los científicos no estudiaran cosas como intenciones, sentimientos y pensamientos por nombrar algunas de ellas. 

Como consecuencia, todo parece indicar que sin la influencia de las proyecciones troncoencefálicas y diencefálicas a la corteza, aunque podría haber activación cortical (amasa!), no sería posible la integración de esa actividad ni, por lo tanto, el estado consciente. En la propia corteza se ha sugerido que las grandes neuronas en forma de huso de las capas piramidales de regiones como la ínsula anterior ola corteza cingulada anterior podrían ser la base para la rápida interconexión funcional entre esas dos diferentes regiones, haciendo de ese modo posible la integración entre momentos emocionales (ínsula anterior) y conductuales (corteza cingulada anterior), del mismo modo que las áreas somáticas se asocian a las motoras para conseguir destreza manual cuando se toca un instrumento. Es interesante constatar que, como señala Craig, ese mismo tipo de células sólo se observa, además de en los seres humanos, en las pocas especies de animales anteriormente menciona-das, como bonobos, delfines o elefantes, que podrían tener un cierto grado de autoconciencia al ser capaz de reconocerse a sí mismos en un espejo (v. Recuadro 2). Craig señala igualmente la posibilidad de que la ínsula anterior sea una corteza relevante para la conciencia, pues -además de poseer dichas neuronas es especialmente activada por toda clase de estímulos capaces de producirla. La metáfora para la teoría de la integración funcional de Tononi sería un poliedro cuyos numerosos lados representan los diferentes módulos funcionales que son integrados, cada uno de ellos relacionado con una determinada información consciente (Fig. G). La rotación del poliedro para caer o descansar sobre cualquiera de sus lados seria el equivalente a la manifestación del contenido de la conciencia representado en ese particular lado o en combinaciones de ellos. Cambiar de pensamiento consciente equivaldría entonces a ir girando el poliedro; la facilidad y la rapidez de giro del poliedro se corresponderían con la facilidad y la rapidez con que puede cambiar de momento a momento el contenido de la conciencia. Pero el estado consciente sólo sería posible en la medida en que los módulos permaneciesen funcionalmente integrados merced a la conectividad entre sus diferentes neuronas. La desintegración del poliedro, es decir, la separación o desconexión entre los lados sería equivalente a la desintegración funcional de los módulos, lo que llevaría a la pérdida de la conciencia. Asimismo, cualquier causa (convulsiones, fármacos, drogas, etc.) que bloquease o desestabilizase la actividad normal del cerebro o de alguna de sus regiones podría reducir la información disponible (el número de módulos) para ser integrada y, con ello, el grado de conciencia posible en tales circunstancias. En ratas y también en seres humanos se ha observado que durante el sueño, quizá por la desactivación de los sistemas de arousal del tronco del encéfalo, y también cuando los sujetos son anestesiados, las neuronas de la corteza cerebral y del tálamo alteran su funcionamiento, dificultando la integración de la actividad neural que haría posible la conciencia. La teoría de la integración es heurística en la medida en que no sólo explica el carácter unificado de la percepción consciente, sino que también explica por qué la conciencia se presenta en grados diferentes según el momento. Esos grados podrían relacionarse con la cantidad de información que el cerebro integra en cada uno de esos momentos, sumando la-dos al poliedro. No es descartable, por lo tanto, que los diferentes sistemas de arousal cortical radicados en el diencéfalo y en el tronco del encéfalo (sistemas colinérgico, dopaminérgico, histaminérgico, serotoninérgico, etc) puedan influir diferencialmente sobre la cantidad de información que la corteza integra en un momento determinado y, con ello, determinar el grado o incluso la cualidad de cada percepción consciente. La teoría de la integración funcional explica también el menor grado de conciencia que pueden tener los animales inferiores, pues su cerebro, al ser menos evolucionado, sólo permite integrar una limitada cantidad de información, muy inferior a la del cerebro humano. 
 

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Poliedro que representa la integración funcional de los módulos corticales que haría posible la conciencia. Su desintegración llevaría al estado inconsciente.

Los investigadores han hallado pruebas a favor de tal integración en experimentos con neuroimágenes funcionales en los que se ha observado que la actividad cerebral que origina la percepción consciente de una palabra se extiende a muchas regiones cerebrales, mientras que las que genera la misma palabra cuando no es conscientemente percibida se restringe a regiones mucho menos amplias. Otras pruebas importantes provienen de experimentos que muestran que la anestesia reduce la capacidad de información de la corteza cerebral de ratas al producir una actividad generalizada por toda ella, con ausencia de especificidad regional, y también de otros experimentos en los que se se aplica estimulación magnética trans-craneal una parte del cerebro de individuas mientras se registra en el EEG la actividad de diferentes regiones corticales. Se observa, de ese modo, que cuando la estimulación se aplica mientras el sujeto está despierto y consciente, la activación neuronal inducida mediante estimulación magnética trans craneal se extiende ampliamente en la corteza cerebral, pero se restringe a la zona estimulada si se le administra al sujeto cuando está dormido e inconsciente. Debe añadirse, por último, que el papel del tronco del encéfalo en la conciencia ha sido revalorizado por observaciones experimentales recientes, como la posibilidad de conducta guiada hacia objetivos en animales decorticados o la presencia de algún tipo de conciencia en niños nacidos sin corteza cerebral. El investigador californiano Steven Bodovitz ha sugerido también recientemente que la corteza prefrontal, particularmente la dorsolateral y su relación con la memoria de trabajo, podría estar implicada en la integración temporal de la información que permite el sentido de continuidad de la experiencia consciente. 

El soft problem se limita a estudiar tos correlatos y las causas cerebrales de la conciencia. es decir, las estructuras y la dinámica cerebral que la hacen posible. 


CÓMO LA MATERIA OBJETIVA SE VUELVE IMAGINACIÓN SUBJETIVA ITHE HARD PROBLEM


Muchos científicos creen que la naturaleza de la conciencia es el principal problema que la moderna biología tiene aún por resolver. Ello es debido a que el problema de la conciencia no se agota en el conocimiento de los circuitos cerebrales y la actividad cerebral que la hacen posible, pues lo que más in. triga a los científicos es conocer cómo tiene lugar la emergencia o cambio cualitativo que convierte la actividad cerebral en qualia, es decir, cómo son posibles las diversas experiencias o percepciones conscientes, reales o ilusorias, que invaden la mente. Es el llamado problema difícil de la conciencia, frente al soft problem, que se limita a estudiar sus correlatos y/o causas cerebrales, como se ha hecho en el apartado anterior, al preguntarse sobre cómo la actividad cerebral genera la experiencia consciente, los qualia, ¿qué tipo de respuesta se está esperando? Trate usted de pensar sobre ello y responderse a sí mismo, ¿cómo entender el cambio cualita-

 

 

tivo del fenómeno fisiológico al fenómeno mental, la emergencia de la imaginación subjetiva a partir de la materia objetiva?, ¿qué puede esperarse, en definitiva, para explicar el fenómeno psíquico de la conciencia? ¿acaso algoritmos informáticos o fisiológicos?, ¿nos conformaríamos con una explicación basada en una fórmula matemática, nuevas partículas físicas o una forma de energía hasta ahora desconocida? Tal vez no, pues cada una de las posibles respuestas podría ser insuficiente y generar nuevas preguntas. En realidad, siendo la conciencia un fenómeno tan genuino y especial, quizá antes que nada debamos preguntarnos si puede existir algún tipo de explicación inteligible sobre su naturaleza capaz de satisfacer plenamente nuestro interés científico. El propio Premio Nobel Francis Crick en el prólogo del libro de Koch se planteaba esa misma cuestión de este modo: «Pueden los qualia ser explicados por lo que conocernos de la ciencia moderna?». Personalmente, el autor de este capítulo duda de que sepamos lo que estamos buscando cuando estudiamos la naturaleza íntima de la conciencia. Cree, en realidad, que no lo sabemos. Al intentar explicar la conciencia, puede decirse que hablar de ella es corno hablar de la relación entre el cerebro y la mente y, al respecto, una de las metáforas más utilizadas es la que afirma que de la misma manera que la temperatura no es más que la cinética o velocidad de movimiento de las partículas que integran un cuerpo, la conciencia debería ser lo mismo que la actividad fisiológica cerebral que la hace posible, y punto. Es decir, lo mismo visto desde otra perspectiva. Pero no resulta fácil conformarse con esa explicación, porque aunque la temperatura que evalúa un termómetro sea tan sólo una manera macroscópica de observar el movimiento de las partículas, el cerebro, a diferencia del termómetro, no sólo evalúa, sino que convierte el resultado de la evaluación en una nueva experiencia subjetiva muy especial que las personas denominan calor. Puede afirmarse, entonces, que el calor no es otra cosa que el modo que tiene el cerebro de percatarse del movimiento de las partículas de un cuerpo, pero con ello sigue sin explicarse la especificidad de esa experiencia o percepción consciente. Cualquier otra metáfora podría remitirnos a la propia conciencia, sin explicarnos su naturaleza. ¿Puede entonces solucionarse el llamado hard problem de la conciencia dentro de la estructura de la ciencia natural clásica?, es decir, ¿hay una solución posible para el problema de la conciencia? Se intentará explicar mediante otra metáfora por qué, para el autor, actualmente no hay una solución a ese problema. Para preparar una comida sabrosa se necesita una buena receta, adecuados ingredientes y el conocimiento de la secuencia en que deben ser incorporados y de los tiempos de cocción. Pero, ¿aportaría algo al resultado conocer cómo la combinación de ingredientes y el cocinado originan el sabor del producto final? ¿Podría ese conocimiento mejorar el sabor de lo cocinado? ¿Le aportaría alguna nueva propiedad, ven-taja o utilidad práctica? Probablemente no. Es decir, a priori parece más relevante y necesario conocer los ingredientes y la mezcla precisa que hacen posible un sabor que determinar la naturaleza del propio sabor corno fenómeno mental consciente. Pues del mismo modo, aunque uno pudiera concebir e incluso conocer alguna explicación convincente sobre cómo la fisiología inconsciente se convierte en psique consciente y en qué consiste esta última, ese conocimiento no serviría para nada más que para satisfacer una curiosidad científica, sin aportar ninguna ventaja práctica. A lo largo del proceso evolutivo, la selección natural tiende a promover cosas útiles, cosas que sirvan para una mejor adaptación de los organismos a su medio. De ese modo, aun-que sea posible lograr un conocimiento científico de los mecanismos cerebrales que hacen posible la conciencia (lo que, sin duda, tendría consecuencias prácticas en la clínica y en la educación), el conocimiento de la naturaleza íntima de la subjetividad, aparte de satisfacer —como se ha señalado— nuestra curiosidad científica, sería de ninguna o poca utilidad práctica. Quizá ésa es la razón por la que la selección natural puede no haber promovido el desarrollo suficiente del cerebro humano que haga posible la comprensión de la naturaleza de la conciencia. Del mismo modo que un chimpancé no tiene un cerebro capacitado para entender una raíz cuadrada o el concepto de entropía, el cerebro humano no estaría capacitado para entender la emergencia de la conciencia. Ésta fue promovida por la selección natural en respuesta a los cambios y de-safíos que se produjeron en determinados momentos de la evolución en el entorno de los animales como un medio para favorecer su adaptación a esos cambios o desafíos. Para sobre-vivir los animales tuvieron que desarrollar flexibilidad mental y conductual, que es lo que proporciona la conciencia. 

La capacidad cerebral del ser humano para entender la naturaleza de la mente consciente evolucionará cuando nuevas condiciones o desafíos ambientales hagan verdaderamente necesario ese entendimiento, aunque también es posible que entonces surjan nuevas y difíciles cuestiones que podrían ser el precio de tal promoción. 

 

PRIMERA ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE:

De respuesta al siguiente cuestionario y comparta sus opiniones en el siguiente recuadro de diálogo:

1. ¿Qué es la conciencia?

2. ¿Que función juega la corteza prefrontal en el estado de conciencia?

3. ¿Que función desempeña el tálamo en el estado de conciencia?

4. ¿Porqué en el experimento de la mano de goma los participantes respondía a estímulos a pesar de no tratarse de su propia mano?

4. ¿Cómo la materia objetiva se vuelve en imaginación?

LA DIFUSIÓN DE LOS AVANCES Y LAS APLICACIONES EN NEUROCIENCIA COGNITIVA: NECESIDAD, RETO Y RESPONSABILIDAD

RESUMEN CONCEPTUAL

  • Los resultados en neurociencia cognitiva están empezando a influir poderosamente en la manera de pensar, de vivir y de ver el mundo y, en consecuencia, de organizado, lo que hace necesaria una mayor sociabilización de esta disciplina científica.

  • El objetivo de la difusión de la ciencia es incrementar la cultura científica de la población a fin de dotar a la sociedad de los conocimientos necesarios para que la ciudadanía pueda contribuir a las decisiones colectivas con conocimiento de causa, en igualdad de derechos y también de responsabilidades, como requisito para fortalecer y profundizar los mecanismos democráticos. Así, en el contexto social actual, la difusión de la ciencia es una necesidad y, al. mismo tiempo, un reto y una responsabilidad, dada la facilidad que existe para difundir ideas, opiniones y conocimientos difícilmente contrastables y verificables por los no especialistas.

  • La difusión de la ciencia incluye comunicación y divulgación, y también opinión y conocimiento. A todo ello contribuyen tanto periodistas y escritores como científicos, que se convierten en los emisores del mensaje. Este mensaje debe reunir determinados requisitos para llegar fielmente y con efectividad a los receptores y para ser valorado por éstos. El mensaje, además, puede ser transmitido utilizando diversos medios: escrito (en papel) -publicaciones periódicas y libros-, audiovisuales o electrónicos, cada uno de los cuales cuenta con su propio lenguaje expresivo, sus particularidades y su público potencial.

  • En esta unidad se analizan aspectos relativos a la difusión de la ciencia y al reto y la responsabilidad que conlleva esa difusión, con algunos ejemplos de diversos campos científicos, en especial, de la neurociencia cognitiva, una disciplina cuya difusión adecuada es estrictamente necesaria por las implicaciones que tiene en la visión de nosotros mismos y de la sociedad, y en la gestión de la convivencia social, por ejemplo, en lo que respecta a cuestiones legales y sociosanitarias. 

INTRODUCCIÓN 


La ciencia tiene un impacto crucial en todos los aspectos de la vida, y a ella las personas confían buena parte de su futuro. Es suficiente con echar un vistazo a nuestro alrededor. Desde los objetos más cotidianos hasta los más sofisticados tratamientos biomédicos, pasando por las nuevas visiones filosóficas y humanistas de la sociedad y los nuevos paradigmas del derecho, como el concepto de culpabilidad o de libre albedrío, tienen su origen en la ciencia o son y serán consecuencia de 

su avance. Paradójicamente, sin embargo, para muchas personas la ciencia es una gran desconocida y también una fuente de frecuentes confusiones e incontables contradicciones. Por motivos obvios, no hay ninguna persona capaz de comprender e integrar todos los nuevos hallazgos. Sólo durante el año 2012 se publicaron más de tres millones de trabajos especializados en biología o medicina, de los cuales casi 28.000 correspondían a neurociencia y, de ellos, más de 1.500 a neurociencia cognitiva. En estos trabajos la difusión de la ciencia encuentra su campo natural de actuación, aunque no siempre resulte sencillo explicar conceptos aparentemente complejos con un lenguaje llano sin que se pierda rigor y precisión, de forma ecuánime y científicamente contrastada, sin inducir interpretaciones capciosas o interesadas y, en cualquier caso, erróneas. La difusión científica comunica la situación de los trabajos de investigación que se realizan: en qué estado se encuentran, qué resultados se han obtenido, las conclusiones teóricas y prácticas de la comunidad investigadora, qué campos están dejando de tener interés para la comunidad, cuáles están emergiendo, etc. Lejos de lo que pintan los tópicos, el científico no es un ser aislado o individualista: no sólo vive en sociedad, sino que trabaja para la sociedad. El fin último de la ciencia es ayudar a mejorar la sociedad en la que vivimos. La sociedad es el fin último del trabajo del investigador y como se analizará más adelante, la falta de conocimiento, aunque sea superficial, o los conocimientos sesgados sobre los trabajos de investigación y sus consecuencias para la sociedad pueden ser causa de rechazo social, así corno tam-bién de patrocinios e inversiones. 


El objetivo de la difusión de la ciencia debe ser incrementar la cultura científica de la población a fin de dotar a la sociedad de los conocimientos necesarios para que toda la ciudadanía —o aquella que lo desee—pueda contribuir a las decisiones colectivas con conocimiento de causa, en igualdad de derechos y también de responsabilidades; es decir, comunicar y divulgar la ciencia como requisito para fortalecer y profundizar en los mecanismos democráticos. 


LA CULTURA CIENTÍFICA 
Según define el diccionario de la Real Academia Española, la cultura es el «conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico», lo que, extrapolado a la ciencia, implica que la cultura científica es el conjunto de conocimientos de índole científica que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. El término cultura procede del. verbo latino colare, que significa cultivar. 


El interés por la cultura nace del deseo del ser humano de cultivarse, de conocerse mejor a sí mismo y al ambiente que lo rodea desde todos los puntos de vista. Cabe distinguir el concepto de cultura del de información. La información se refiere exclusivamente a la posesión de una serie de datos. La cultura, en cambio, implica la capacidad de interpretar y elaborar adecuadamente la información que llega hasta uno, integrándola en un contexto más amplio; es decir, implica una cierta información previa que capacita a la persona para sacar partido a la nueva información que llega hasta ella, evitando equívocos y manipulaciones. La cultura, y en consecuencia también la cultura científica, es algo que hace al ser humano más libre e independiente, a la vez que lo enriquece y que facilita su desarrollo personal y su inclusión y participación social. Sin embargo, a pesar de la justificada necesidad de hacer difusión de la ciencia, cabe decir que ésta no es apreciada del mismo modo ni por el mismo volumen de público que, por ejemplo, la literatura u otras manifestaciones culturales y artísticas, como se deriva, por ejemplo, del hecho de que sólo el 12,13 % de los libros leídos en España y el 10,8 % de los libros inscritos en el International Standard Book Number (ISBN) durante 2011 tuviesen contenidos científicos,- y a menudo esta difusión tampoco cuenta con el apoyo que debería. Un estudio publicado en mayo de 20123 valoró en una escala de O a 10 el nivel de interés individual declarado hacia los temas científicos, a partir de encuestas personales realizadas en di-versos países de la Unión Europea (UE) y en Estados Unidos. Dicho estudio sitúa el nivel de interés medio de los ciudadanos de la UE en un valor de 5,6 y el de los de Estados Unidos, en un valor medio de 6, detectándose importantes diferencias entre los diversos estados de la UE, que oscilan entre valores de 4 y 6,1. Del mismo modo, el nivel de infojutación que peciben los encuestados sobre temas científicos se sitúa en un 5,1 en la UE —nuevamente con grandes diferencias entre algunos de los estados miembros— y un 5,4 en Estados Unidos. Paradójicamente, mientras que en países como el Reino Unido o Estados Unidos, entre otros, más de la mitad de la población manifiesta que ve programas de televisión dedicados a ternas de ciencia y tecnología y más de un tercio, que lee sobre estos temas, en otros países —como España o la República Checa—estos porcentajes son sensiblemente inferiores. En España, por ejemplo, sólo el 22,8 % dice que ve programas de televisión con contenido científico, y sólo el 17,4 %, que lee sobre estos temas. Una situación similar, si bien también con gran-des diferencias entre países, se da en América Latina. Una de las posibles causas de esta falta relativa de cultura y de difusión científica es la tradicional —y artificial— dicotomía entre cultura y ciencia. Cuando se habla de cultura general-mente se hace referencia a literatura, historia, arte, filosofía, música, cine, poesía o teatro, pero a menudo no a ciencia. No hay más que ver los planes de estudio de los países con un menor índice de cultura científica. Generalmente —y España y un buen número de países de América Latina no han sido hasta ahora una excepción—, los planes de estudios medios y superiores preuniversitarios incluyen en su curriculum asigna turas obligatorias de literatura, historia y filosofía, entre otras humanidades, lo que posibilita que toda la ciudadanía pueda adquirir un cierto nivel de conocimientos en esas áreas, pero sólo aquellas personas que cursan especialidades científicas tienen en su curriculum, además de estas humanidades, asignaturas con contenido científico, lo que provoca un sesgo en el conocimiento y en la valoración social de la ciencia. Este hecho conlleva el inicio de un círculo retroalimentado de relativa falta de cultura científica.

 

A pesar de todo lo comentado, es necesario tener presente que, como cualquier otra manifestación cultural, los avances de la ciencia y sus aplicaciones científicas también condicionan la manera de pensar, de vivir, de ver el mundo y de organizarlo. Un ejemplo muy significativo es el de la teoría de la evolución. Por un lado, tiene importantes consecuencias biomédicas, mientras que por otro ha condicionado el desarrollo de la filosofía de fina-les del siglo XIX y del siglo XX y la forma de ver el mundo y, en consecuencia, de cómo relacionarse con él, siendo una de las teorías más influyentes de la historia de la humanidad. Del mismo modo, los resultados en neurociencia cognitiva, por ejemplo, con respecto al funcionamiento y a las consecuencias de los procesos mentales asociados a la conciencia y a la percepción del entorno, también están empezando a influir poderosamente en la manera de pensar, de vivir y de ver el mundo y, en consecuencia, de organizarlo. Todos estos cambios de paradigma no van exentos de polémica, generalmente debida a una falta de comprensión de los avances científicos y de sus implicaciones, o a interpretaciones erróneas sobre éstos. También sucedió, por ejemplo, con el darwinismo, cuyas interpretaciones erróneas dieron lugar —o reforzaron, o sirvieron de excusa— a corrientes como la eugenesia, una filosofía social que defiende la mejora de los rasgos humanos mediante varias formas de intervención, y que en algunos momentos históricos relativamente recientes culminó en auténticas atrocidades, incluido el genocidio de aquellas poblaciones humanas consideradas «inferiores». También llegó a ser considerada una disciplina académica en diversas universidades, que realizaron congresos durante el primer tercio de siglo xx, y algunas notables personalidades le dieron su apoyo, como sir Winston Churchill. Incluso algunos países líderes en políticas democráticas establecieron leyes eugenésicas, como Estados Unidos, donde se esterilizaron de forma forzosa decenas de miles de enfermos mentales, y muchos de sus estados promulgaron leyes matrimoniales con criterios eugenésicos que prohibían, textualmente, «casarse con epilépticos, imbéciles y enfermos mentales». Y durante una época se prohibió la inmigración de personas del este de Europa, a quienes se consideraba mentalmente inferiores. También se desarrollaron legislaciones parecidas en Austria, el Reino Unido, Noruega, Suecia, Francia, Finlandia, Dinamarca, Canadá, Estonia, Islandia y Suiza, algunas de las cuales estuvieron vigentes hasta la década de 1970. La neurociencia cognitiva también está cambiando paradigmas que se encuentran en la base de muchos aspectos sociales, por ejemplo, los relacionados con la responsabilidad individual y el libre albedrío (v. cap. 25), o el concepto de salud mental y del origen de sus trastornos, lo que justifica la necesidad de una buena divulgación para evitar interpretaciones erróneas y que se cometan errores como los del pasado. Por ejemplo, puede resultar fácil caer en interpretaciones neuroesencialistas, como las que se resumen y recogen en la tabla 30 1, extraídas de diversos medios de comunicación impresos. 


GENERALIDADES DE LA DIFUSIÓN DE LA CIENCIA 


La difusión en neurociencia cognitiva Teniendo presente el objeto de estudio de la neurociencia cognitiva y las perspectivas de análisis que utiliza, no es extraño que la investigación llevada a cabo en el seno de este campo científico llame la atención de la sociedad. Conocer cómo el cerebro permite tener conciencia de uno mismo o ponerse en el lugar de otras personas, o entender las bases que posibilitan que uno sea capaz de hablar, comunicarse y almacenar la información son aspectos que atraen el interés de muchas personas. En los últimos años, la investigación sobre la actividad mental de los procesos de orden superior se ha con-vertido en una de las cuestiones que ha suscitado más interés, lo que se refleja en los medios de comunicación. Resulta necesario distinguir entre dos vertientes que actúan de nexo de unión entre la investigación llevada a cabo en el ámbito de la neurociencia cognitiva y la sociedad, por lo que se refiere a la difusión de estas investigaciones y sus implicaciones: una es la difusión realizada por parte de periodistas partiendo de los trabajos científicos publicados en revistas especializadas, y otra es la realizada por los propios científicos a través de revistas de divulgación científica y de la publicación de ensayos. En el primero de los casos, el proceso es el siguiente. Los investigadores publican los resultados de sus trabajos en re-vistas especializadas que están orientadas fundamentalmente a la comunidad científica. En-algunas ocasiones, el trabajo publicado llama la atención de algún periodista, el cual recoge la información y la publica y difunde en un formato divulgativo a través de los diversos medios de comunicación. 


Cabe destacar también que los trabajos científicos no son la única fuente que se utiliza en difusión, a pesar de ser la mayoritaria. En cualquier caso, resulta de cardinal importancia que el periodista entienda correctamente la investigación que va a difundir, la interprete de forma adecuada y sea capaz de elaborar una explicación sencilla y clara para el público no especializado, sin perder el rigor científico. La labor del periodista es ardua y complicada; por ello, en la mayoría de las ocasiones se trata de periodistas especializados en divulgación científica. Asimismo, en algunas ocasiones se corre el peligro de perder el rigor al intentar buscar el sensacionalismo o potenciar su impacto. 

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El darwinismo condicionó el desarrollo de la filosofía de finales del siglo XIX y del siglo XX, pero su interpretación errónea ha dado lugar a equívocos con importantes repercusiones sociales. A) Portada del libro The influence of Darwin on philosophy and other essays, de John Dewey (1910). B) Primera página del artículo Darwin’s influence on modern thought, publicado por el biólogo evolutivo Ernst Mayr. C) Juego de ordenador que interpreta libre y erróneamente el concepto de la supervivencia de los más aptos propuesto en la teoría de la sección natural de Darwin.

Una de las características fundamentales de la ciencia y de la actividad científica es la publicación de tos resultados y avances que se obtienen. Para garantizar hasta donde sea posible su veracidad y la correcta aplicación del método científico, en las publicaciones científicas en revistas especializadas se utiliza la re-visión por pares (peer review). Consiste en la evaluación de la cantidad del. trabajo por autores de rango semejante o superior al del autor, quienes definen si el. producto de la investigación realizada tiene potencial para ese propósito o sí se debe hacer algún trabajo adicional antes de ser publicado, y también, por supuesto, si debe ser rechazado por no cumplir con alguno de tos requisitos del método científico. 

Un ejemplo de ello es el de un caso acaecido a finales de la década de 1990. En aquel entonces, el equipo del neurocientífico lusitano Antonio Damasio halló que dos pacientes que presentaban lesiones en la corteza prefrontal en edades tempranas de sus vidas mostraban falta de anticipación y sensibilidad a las consecuencias probables de su conducta. De igual forma, este equipo se percató de que estos pacientes presentaban un notable deterioro en la capacidad de razonamiento social y moral. El equipo de Damasio comparó estos dos casos con los deterioros mostrados por otros pacientes que, a diferencia de los primeros, habían sufrido las lesiones en etapas más tardías de su vida, encontrándose con diferencias notables. Los pacientes cuya lesión había tenido lugar en la edad adulta (y no en su infancia temprana) eran capaces de llevar a cabo juicios sociales y morales técnicos, a pesar de que eran incapaces de aplicarlos a sus propias vidas. Damasio et al. concluyeron en su trabajo que las personas aprenden a llevar a cabo juicios morales y sociales en los momentos iniciales de su vida, y que dichos juicios se basan en parte de sus reacciones emocionales. Según estos autores, si la lesión de la corteza prefrontal ocurría en edades tempranas del desarrollo, los pacientes eran incapaces de aprender a incorporar sus reacciones emocionales a sus procesos de toma de decisiones. Por el contrario, si la lesión de esta región de la corteza tenía lugar en etapas posteriores, estos pacientes podían llevar a cabo juicios y razonamientos morales y sociales, aunque no los podían aplicar a su propia vida. Los autores de esta investigación publicaron sus resultados en una revista especializada. Rápidamente, los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia. En algunas ocasiones, el tratamiento que se hizo fue correcto y se respetó el rigor científico. No obstante, en algunos medios se optó por buscar el sensacionalismo publicando textos que se alejaban mucho del contenido vertebral de la investigación. Titulares como «La ciencia acaba con el libre albedrío», «Se demuestra que la moral está únicamente en el cerebro», o «El cerebro hace al psicópata» empañan negativamente el mensaje vertebral que este trabajo podía aportar a la sociedad.

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Titular de un artículo de opinión publicado online en The New York Times el 13 de noviembre de 2011, en el que se plantea si la neurociencia representa el fin de la concepción tradicional sobre el libre albedrío del hombre.

En el segundo de los casos que comentábamos anteriormente, los propios investigadores realizaron en diversas ocasiones un intento de difusión del mensaje cardinal que aportan sus resultados principales a partir de la publicación de artículos en revistas de divulgación científica, en periódicos y mediante la publicación de libros que acercaba las investigaciones en neurociencia cognitiva al lector no especializado, sin perder el rigor científico.

COMUNICACIÓN Y DIVULGACIÓN 

Llegados a este punto es necesario señalar una distinción importante en la difusión de la ciencia, la que separa comunicar de divulgar, palabras que a menudo se usan indistintamente. 

Comunicar es explicar los descubrimientos científicos de forma sencilla y comprensible para el gran público. Divulgar, en cambio, es diseminar estos conocimientos junto con las implicaciones personales, sociales y éticas que conllevan. 


Ambas facetas son igualmente importantes, pero cuando se hace difusión de la ciencia se debe tener presente cuál de los dos registros se va a utilizar, o en cuál de los dos registros debe ser hecha la difusión para que llegue al público destinatario y sea correctamente interpretada. 


Opinión y conocimiento

Del mismo modo, también cabe distinguir entre opinión y conocimiento. 
Opinar es formar un dictamen o un juicio de algo cuestionable. Conocer, en cambio, es adquirir información a través de la experiencia o la educación, o comprender de forma teórica o práctica un asunto o un objeto de la realidad. 


 

Hay una gran diferencia entre opinión y conocimiento, presentadas por el filósofo griego Parménides (siglo vi a.C.) como la «vía de la opinión» y la «vía de la verdad», respectivamente. Todas las opiniones son igualmente respetables --tal vez excepto cuando éstas se basan en la falta de respeto—, en el sentido de que ninguna opinión es más o menos válida en función de quién la piensa o de cuánta gente la piensa.

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En lo que concierne a las ideas, este hecho descarta unos ciertos principios de aristocracia —la opinión del divulgador o comunicador no vale más que la de las personas a quienes va dirigida—, y también de democracia —la opinión de la mayoría no es necesariamente más válida que la de la minoría. El objetivo del conocimiento, en cambio, es desentrañar la verdad, una verdad que —a pesar de que pueda parecer un contrasentido—no es estática, sino que se encuentra en evolución, es probablemente relativa y siempre matizable. Lo que separa la opinión del conocimiento es precisamente el método científico, con su metodología hipotético-deductiva. De nuevo, ambas facetas son importantes para la difusión de la ciencia, pero el comunicador o divulgador debe tener presente cuál de los dos registros va a utilizar y debe dejarlo claro ante aquellos a quienes va dirigida, para evitar que sus opiniones sean tomadas como conocimiento o que los conocimientos que transmite sean tomados como opiniones. 

ELEMENTOS IMPLICADOS EN LA DIFUSIÓN DE LA CIENCIA 


En el proceso de difusión de la ciencia intervienen tres elementos clave:

 

  • El emisor: quien divulga o comunica los avances científicos y sus aplicaciones, transmitiendo co-nocimientos y opiniones.

  • El mensaje: cómo se hace esta difusión.

  • Los receptores: el público a quien va destinado el material de difusión. 

Emisores 

Durante buena parte de la historia de la humanidad, el conocimiento de los avances científicos ha sido el feudo de unas pocas personas. Generalmente se considera que el primer divulgador moderno fue el astrónomo, filósofo, matemático y físico italiano Galileo Galilei (1564-1642) que difundió la teoría heliocéntrica de Copérnico. Puede ser considerado como el primer divulgador moderno debido a que en sus escritos de difusión utilizó el italiano, un idioma vulgar, en lugar del latín, empleado tradicionalmente en Europa en los estudios científicos, y también debido a que usó una prosa clara, bella y convincente, sin los formulismos propios de la comunicación entre especialistas. Es decir, tejió sus escritos para que los pudieran entender personas no directamente vinculadas a la ciencia, utilizando recursos literarios, por ejemplo, diálogos ficticios entre personajes.

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Sin embargo, los primeros divulgadores conscientes de que hacían difusión de la ciencia fueron escritores, naturalistas y enciclopedistas de la llamada escuela francesa. Este espíritu divulgador se trasladó después a la escuela prusiano-alemana, en paralelo con la escuela anglosajona. La lista de difusores de la ciencia podría —y debería— ser muy larga, pero ello iría en detrimento del aspecto más divulgativo de este capítulo. Sin embargo, se quiere hacer notar que incluye tanto científicos —la mayoría—, como también escritores, lo cual per-mite comentar la ambigüedad todavía existente sobre quién debería dedicarse a la difusión de la ciencia, los científicos o los periodistas y escritores, o si la difusión debería ser realizada por una combinación sinérgica de esos colectivos y de sus respectivos conocimientos y habilidades, en función del tipo concreto de difusión. 


No existe ninguna regulación al respecto, y tampoco está claro que deba haberla. Lo importante es que los científicos sean capaces de explicar los conceptos complejos en términos sencillos y cercanos al lector, y que los periodistas y escritores especializados man-tengan la rigurosidad a pesar de las simplificaciones necesarias y de las licencias estilísticas utilizadas. 


En el caso concreto de la neurociencia, a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX era normal en algunos países como España que científicos y médicos dispusieran de tribunas en los medios, especialmente en diarios —unas tribunas que, en la actualidad, salvo contadas excepciones, no existen, una anomalía que no sucede en otros países como Inglaterra, Francia, Estados Unidos o Alemania, y que puede ir directa-mente relacionada con el nivel de cultura científica de los habitantes de estos países. Santiago Ramón y Cajal, por ejemplo, escribió de forma regular durante muchos años en diarios españoles, mucho antes de que le dieran el Premio Nobel. No sólo hacía trabajo de laboratorio y publicaba ensayos en los que desarrollaba el pensamiento científico para otros especialistas, sino que también era un diseminador y un opinante regular.

 

También lo fueron Gregorio Marañón y otros. Hace un siglo ya se consideraba que los neurobiólogos tenían algo que decir en el debate general y se les reservaba lugares para opinar; se consideraba normal que los científicos tuvieran una presencia regular en las tribunas públicas, con la finalidad de aportar su pensamiento y su visión del mundo. Más recientemente, el interés público por el cerebro y las posibles implicaciones de la neurociencia sobre temas filosóficos y sociales —en su forma contemporánea— se fue prefigurando en la década de 1980. Los escritos del neurobiólogo Jean-Pierre Changeux en Europa y de la filósofa Patricia Churchland en Estados Unidos proporcionaron los primeros impulsos históricos para los debates contemporáneos sobre las implicaciones de la neurociencia para la cultura y la sociedad. Por ejemplo, Changeux argumentó que la neuro-ciencia podría tener amplias implicaciones antropológicas y, de -hecho, elaboró una nueva visión del hombre, el «hombre neuronal». Churchland, a su vez, desarrolló una sólida perspectiva filosófica y neurocientífica de la naturaleza de la función cognitiva y de la mente. También abogó por fortalecer los vínculos entre las humanidades y las neurociencias, y pidió una renovación de la filosofía y de las humanidades.

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Jean-Pierre Changeux (A) y Patricia Churchland (B), impulsores de los debates contemporáneos sobre las implicaciones de la neurociencia para la cultura y la sociedad.

En la actualidad, las implicaciones filosóficas, teóricas y sociales de la neurociencia constituyen el objeto de varias iniciativas específicas interdisciplinarias, como la neurociencia social y la neurociencia afectiva respectivamente. En para-lelo, la emergencia del campo de. la neuroética marcó una nueva respuesta al profundo impacto de la neurociencia en la salud mental, la política, la educación, la responsabilidad moral y, más en general, sobre los métodos de las humanidades y de las ciencias sociales. En conjunto, todo ello marcó el inicio de la revolución neurocientífica. Es evidente que a lo largo de la historia muchos científicos han demostrado su interés por comunicar sus conocimientos. No se sabe de la existencia de estudios que directamente se hayan adentrado en el cerebro de los divulgadores, pero sí que a los seres humanos les gusta comunicar lo que piensan y sien-ten, sus proyectos y lo que saben. El 30-40 % de la producción del habla sirve únicamente para informar a los demás de las propias experiencias subjetivas. Esta actividad se asocia con el aumento de la activación del sistema mesolímbico dopaminérgico, incluyendo el núcleo accumbens y el área tegmental ventral, o sea, las redes de recompensa neuronal.

 

Hablar de uno mismo, incluyendo los propios conocimientos, es intrínsecamente reforzante o, lo que es lo mismo, el cerebro está preparado biológicamente para disfrutar de ello y perpetuar esta conducta. Es lo que cabe esperar de una especie animal eminentemente social. Divulgar y comunicar la ciencia no es más que una manera más de transmitir conocimiento, como también lo es, por ejemplo, el arte visual, que es interpretado por el cerebro como una fuente de adquisición .y transmisión de saber, según trabajos sobre neurociencia del arte. 

Hablar de los propios conocimientos, es decir comunicar y divulgar, forma parte de la conducta social de la especie humana y es intrínsecamente reforzante. 

Por lo dicho, cabe esperar que divulgar la neurociencia sea también reforzante para el cerebro de los divulgadores genuinos, como probablemente saben los que se dedican por voca-ción a esa actividad. Se está frente a la neurociencia cognitiva de la propia divulgación de la neurociencia, si se permite la retórica. 

 

EL MENSAJE 


El principal objetivo del mensaje en difusión de la ciencia debe ser explicar conceptos aparentemente complejos con un lenguaje llano que llegue al intelecto de los receptores, para que éstos lo puedan integrar en un contexto más amplio, sin que se pierda rigor y precisión, de forma ecuánime y científica-mente contrastada, sin inducir interpretaciones capciosas o interesadas y, en cualquier caso, erróneas. 


Hay un famoso divulgador de la escuela anglosajona de los que se mencionan en la tabla 30-4 que merece un párrafo especial, el editor inglés John Newbery, que escribió el primer libro de divulgación destinado especialmente a los jóvenes, del que vendió 30.000 ejemplares. El motivo por el cual merece un párrafo especial es el título del libro, dado que refleja a la perfección las características que debería tener una obra de difusión de la ciencia, es decir, el mensaje: «The Newtonian system of philosophy adapte to the capacities of young gentlemen and ladies, and familiarized and made entera taining by objects with which they are intimately acquainted: being the substance of six lectures read to the Lilliputian society. By Tom Telescope, A. M. and collected and methodised for the benefit of the youth of these kingdoms, by their old friend Mr. Newbery, in St. Paul's Church-Yard. Who has also added variety of cooper-plate cuts, to illustrate and confirm the doctrines advanced.»

 

Probablemente, en la actualidad ningún editor publicaría un libro con un título tan largo como éste, pero resume todas las características que debe tener un trabajo de difusión para hacer accesible el mensaje. Efectuando un análisis breve pero sistemático se observa lo siguiente: 
• Trata un tema concreto de interés social (the Newtonían sys-tem of philosophy), un sistema que cambió la cosmovisión existente).

• Está escrito en un lenguaje cercano al público al que va destinado, para hacerlo comprensible (adapted to the capacities of young gentlemen and Jadies). Contiene elementos que lo hacen cercano al lector (and familiarized and made entertaining by objects with which they are intimately acquainted).

• Está escrito utilizando recursos estilísticos y literarios que lo hagan atractivo (being the substance of six lectures read to the Lilliputian society. By Tom Telescope).

• El título contiene elementos que llamen la atención del lector (la ficticia Lilliputian society, que hace referencia a la edad de los jóvenes a los que va dirigido, y el también fic-ticio nombre del autor, Tom «Telescope», que remite nueva-mente al tema del libro).

• Repite los conceptos más importantes de forma diferente, para hacerlos más comprensibles (en este caso, centrado sólo en el título, respecto a quién va dirigido el libro: collected and nwthodised for the benefit of the youth of these kingdoms).

• Hace hincapié en la riovedad de lo que explica (en este caso, en el nombre del «buen amigo» que recoge las conferencias: by their old friend Mr. Newbery).

• Contiene elementos gráficos que ayudan a la lectura e in-terpretación (wiw has also added variety of cooper-plate cuts, to illustrate and confirm the doctrines advanced). 

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Portada del primer libro de divulgación, especialmente para jóvenes, escrito por John Newbery.

Estos puntos son esenciales para una difusión efectiva de la ciencia, pero —como se analizará en el siguiente apartado—tal vez no sean suficientes. 

Decálogo de la difusión de la ciencia:

• Analizar la audiencia, sus gustos, intereses, prioridades, hábitos y lenguaje.

• Concretar la idea que se quiere difundir.

• Establecer un esquema muy simple que desarrolle esa idea.

• Comenzar el mensaje por la conclusión y buscar un título con impacto pero verídico que lo refleje.

• Escribir en un lenguaje sencillo y ameno respetando el esquema, con brevedad pero sin parque-dad de palabras.

• Hacer una exposición muy ordenada.

• Hacer que el final sea una conclusión de lo explicado, repitiendo brevemente la idea del. comienzo.

• Amenizar el. mensaje y situarlo en un contexto próximo al receptor, utilizando ejemplos de cuestiones comunes al alcance de todo el mundo.

• No utilizar citas bibliográficas ni notas al pie de página. En todo caso, si hay que incorporar citas, se debe hacer en contexto y de modo muy explícito.

• Utilizar imágenes atractivas. 

La cuestión de los títulos merece un punto especial, puesto que determinan la percepción que el receptor va a tener sobre el mensaje.

 

Deben ser impactantes, para llamar la atención del receptor, pero estrictamente verídicos. Por ejemplo, a mediados de 2012 la compañía farmacéutica Vaxil hizo público un comunicado de prensa en el que anunciaba que se habían superado con éxito las fases I y II de los ensayos de una nueva vacuna contra el cáncer. Algunos medios de comunicación decidieron dar la noticia bajo titulares como «Prueban con éxito la primera vacuna universal contra el cáncer», cuando en realidad en este ensayo sólo se había comprobado, en un grupo muy reducido de voluntarios, que no producía efectos secundarios y que se activaba la respuesta inmunitaria, pero todavía no se había comprobado que protegía contra el cáncer. Otros medios dieron la noticia con titulares mucho más verídicos, por ejemplo: «¿Cerca de una vacuna universal contra el cáncer?». En este capítulo ya se ha tratado esta temática bajo otra perspectiva con un ejemplo concreto de neurociencia cognitiva. Finalmente, los comunicadores y divulgadores deben velar siempre por el mensaje que difunden, tanto en sus aspectos explícitos como en los implícitos, para evitar interpretaciones erróneas, capciosas o interesadas. En la difusión audiovisual, por ejemplo, la duración y la secuenciación de los silencios tiene una importancia capital para su interpretación inconsciente, del mismo modo que lo tienen los signos de puntuación y la secuenciación de párrafos en los mensajes escritos. 

 

Receptores y emoción La mayor parte de la difusión en el campo de la neurociencia pretende transferir el conocimiento neurocientífico a la sociedad e influir sobre la percepción de la naturaleza de las enfermedades del cerebro y la salud mental. Pero ¿consigue realmente esos objetivos?; es decir, ¿consigue llegar el mensaje a los receptores? ¿Tiene el neurocientífico influencia real sobre la sociedad? ¿La divulgación cambia las creencias sobre la propia conducta, el pensamiento propio y el colectivo? ¿Varían las políticas que se dirigen a la población, o más bien otros colectivos tienen una influencia mucho más poderosa sobre la sociedad? Dicho de otra manera, ¿qué más necesita la divulgación de la ciencia para alcanzar sus objetivos, además de los puntos mencionados anteriormente? Ya se ha señalado en este capítulo (v. Introducción) que la difusión de la ciencia es un reto y una responsabilidad, y también que los avances científicos generan incontables contra-dicciones. Considérense algunos ejemplos contrapuestos ale-jados del campo de la neurociencia pero que pueden aportar ideas interesantes sobre el impacto de la difusión. En 2012 el Premio Nobel de Medicina y Fisiología fue concedido al británico John B. Gurdon y al japonés ShinyaYamanaka por haber demostrado, respectivamente, que las células maduras se pue-den reprogramar y convertirse en células madre pluripotentes (v. cap. 8), y por identificar los genes necesarios para hacerlo experimentalmente en mamíferos —y, por lo tanto, también con células humanas. Estas células reprogramadas, que reciben el nombre de células madre pluripotentes inducidas o iPS, son un elemento clave para el desarrollo de tratamientos efectivos de medicina regenerativa y de las células madre, a finales de la década de 1990 y especialmente a principios del siglo XXI, no era nada infrecuente oír comentarios o leer opiniones que comparaban estas terapias con los experimentos del mítico y ficticio Dr. Frankenstein, y la utilización de células madre en la gene-ración de seres humanos en el laboratorio para extraerles los órganos. Ahora, en cambio, muchos medios hablan de algunos de los avances científicos más espectaculares y promete-dores que se producen en esta disciplina científica, y nadie hace aspavientos, sino todo lo contrario. ¿Qué ha pasado en este intervalo de tiempo? Además de un impresionante progreso científico, ha habido una excelente campaña de difusión de estos progresos y conocimientos, la cual ha incluido comunicación y también divulgación. El segundo ejemplo hace referencia a los organismos modificados genéticamente, y el resultado ha sido completa-mente diferente, al menos en Europa y en algunos países de América Latina. Todos disfrutamos de los múltiples beneficios de la biotecnología, en forma de fármacos y nuevas terapias, pero mucha gente frunce el ceño al oír el calificativo transgénico, y el número de mitos y leyendas urbanas se perpetúa sin parar, por ejemplo, que las frutas tienen menos sabor ahora que hace 20 años debido a los transgénicos —aunque no se encuentre absolutamente ninguna fruta transgénica en los mercados—, que «contaminan» los campos donde han sido sembrados, o que numerosas personas han sufrido consecuencias graves en su salud, entre muchos otros mitos, que se han mencionado ex profeso en orden creciente de impacto emocional. ¿Qué ha pasado en este caso? Muy probablemente, que desde la ciencia no se ha sabido hacer una buena difusión (comunicación + divulgación) de qué son, cómo se hacen, para qué sirven y qué consecuencias pueden tener los organismos modificados genéticamente. En este sentido, la in-mensa mayoría de los artículos y libros de difusión con base científica apelan a la seguridad, a cómo se hacen y para qué sirven, con textos e ilustraciones sobre los vectores genéticos que se utilizan y cómo son los laboratorios e invernaderos, e incluyen listados y estadísticas. Todo ello es muy científico, ciertamente, pero muy poco emotivo. En cambio, los colectivos detractores de estas tecnologías —o de la utilización de estos organismos— apelan a las emocio-nes humanas más básicas, con imágenes a menudo manipuladas o fuera de contexto pero que resultan muy impactantes. Por ejemplo, no es extraño que se muestren imágenes de personas vestidas con trajes protectores y mascarillas que aparentemente manipulan semillas transgénicas, para enfatizar un hipotético peligro, cuando en realidad están manipulando pesticidas que se pueden usar y se usan en cultivos tanto transgénicos como convencionales. En cambio, en el caso concreto de las células madre, la difusión hizo hincapié en la salud de los mismos destinatarios de la difusión y en la posibilidad de curar enfermedades hasta ahora incurables sin per-judicar a nadie. Probablemente por estos motivos —y seguro que por muchos otros— la percepción de estas dos tecnologías sea tan diferente. ¿Qué se quiere decir con todo esto? Pues que para conse-guir que la difusión de la ciencia llegue a sus destinatarios, penetre dentro de su intelecto y se integre en un contexto más 
amplio no basta con reunir las características que se mencionan en el apartado anterior; también es necesario que haya componente emocional subyacente, es decir, que el mensa emocione. En este sentido, la neuroeconomía —la disciplina científica que estudia cómo el cerebro toma decisiones— y neurociencia cognitiva han demostrado ampliamente que 12 decisiones que toman los seres humanos son, en buena parte emotivas, no racionales, lo que no excluye en absoluto que s necesiten elementos racionales previos. En consecuencia, si como se dice al inicio del capítulo ( objetivo de la difusión de la ciencia es proporcionar a las pesonas los conocimientos necesarios que contribuyan a las de cisiones colectivas con conocimiento de causa, en igualdad d derechos y también de responsabilidades, una buena difusiódebe combinar racionalidad y emoción. Éste es el reto de di fundir la ciencia, y también la responsabilidad, dado que m2 empleada la emoción es una poderosa herramienta de manipulación. 
El  reto y la responsabilidad de difundir la ciencia consisten en combinar racionalidad y emoción

 
MEDIOS DE DIFUSIÓN 


Aparte de los medios de comunicación impresos —artículo: en revistas y periódicos, libros, etc.—, en los que se ha centra& buena parte de las explicaciones de este capítulo, existen otro: diversos medios para difundir la ciencia, cada uno de los cuales cuenta con sus propios recursos y lenguaje, adecuado: para llegar a distintos grupos sociales con intereses diversos Por motivos obvios, no es lo mismo difundir unos determina-dos conocimientos científicos en un medio audiovisual que er un artículo en una publicación periódica o en un libro. De mismo modo, un mismo conocimiento científico se puede di-fundir en distintos contextos, desde comunicación científica destinada a especialistas hasta historias más o menos novela-das —e incluso comics y tiras gráficas—, que sin perder rigor científico permitan introducir determinados conocimientos grupos sociales sin formación científica previa. Se trata de distintos medios, pero todos deben estar en consonancia con e Decálogo de la difusión de la ciencia, mencionado previamente. 


Difusión  


Además de los tradicionales medios de divulgación, básicamente escritos —revistas, periódicos y libros— y audiovisua-les, las nuevas tecnologías de la información posibilitan ch manera ilimitada, rápida e interactiva la transmisión también de la neurociencia, lo que abre nuevos caminos a la difusión aunque la proliferación de informaciones no garantice siempre su veracidad y a menudo sea difícil para los no especialistas distinguir entre divulgación contrastada y simple charlatanería. De hecho, las ciencias cognitivas son de las que reciben más atención en la red. Por poner algunos ejemplos, el 23 de enero de 2013 el Twitter del neurólogo inglés Oliver Sacks tenía 39.291 seguidores y el de Steven Pinker, neurocientfficc cognitivo de la Universidad de Harvard, 54.186, aunque superaban los del biólogo Richard Dawkins, con 576.000 seguidores, y quedaban muy lejos de los 26.225.327 seguidores de Barack Obama o de los 33.356.657 de Lady Gaga. Redes sociales, páginas web, blogs, libros, diarios, canales de televisión y radios digitales, descargas de documentos, etc. y, sobre todo, el acceso libre e inmediato a todos ellos son estrategias muy atractivas para el cerebro humano utilizadas ya por muchos científicos, lo que demuestra el gran interés de la población y de los mismos expertos por la neurociencia. Su uso posibilita la transmisión de la información de manera no tan formal y encorsetada, aunque eso también es un riesgo para la charlatanería y la falta de rigor. De hecho, incluso a veces los artículos neurocientíficos adolecen de bastantes inexactitudes. 

Para una correcta difusión de conocimientos científicos no es necesario utilizar todos los canales de comunicación disponibles, sino que hay que elegir el más adecuado —o los más adecuados— para cada disciplina o tema, o para el público potencial al que vayan destinados. 


En el año 2000 se desarrolló la llamada web 2.0 que permite a cualquier persona comunicarse, difundir y conocer información, comunicarse con otras personas y compartir información con ellas a través de blogs y microblogs (Wordpress, Blogger, Twitter, etc.) y de redes sociales (Facebook, Likedin, etc.). Por ejemplo, un blog es muy similar a una web, pero en su estructura tiene preferencia lo último que se comunica, es decir la «noticia», la «novedad». A pesar de su gran popularización, debida en parte a su facilidad de construcción y uso, un blog no se debe tomar nunca como un sustituto de la información obtenida de una revista científica, puesto que no tienen revisión por pares, su estructura no es académica, y la autoría puede ser anónima o llevar un seudónimo. Muchas instituciones científicas cuentan también con su propia web para difundir los resultados de las investigaciones que realizan, y también con Oficinas de Transferencia de Re-ultados de Investigación (OTRI), que aparecen en todas la universidades a partir de 1989.

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Web de la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación, de la Universidad Politécnica de Madrid. B) Web de la revista de difusión de la investigación realizada por la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona.

El principal objetivo de estas oficinas es dinamizar las relaciones y sinergias entre la comunidad científica universitaria, las empresas y otros agentes socioeconómicos para el aprovechamiento de las capacidades I+D (investigación y desarrollo) y los resultados de la actividad investigadora. Por otro lado, también existen organismos de difusión cien-tífica cuyo objetivo es difundir los conocimientos científicos para su rápida aparición en los medios de comunicación, buscadores y redes sociales. Su misión consiste en crear sitios webs, portales científicos o plataformas de difusión que con-tengan servicios y herramientas de difusión. Las personas interesadas sólo tienen que registrarse en ellas y utilizarlas, y ac-tualmente son las webs que llegan a más usuarios de Internet. 

Difusión académica 


Por lo que respecta al ámbito académico, pero consultable también por todos los divulgadores y comunicadores científicos y por la ciudadanía en general, existen también diversos portales de difusión de los trabajos científicos publicados tanto en revistas en soporte papel —todas cuentan también con su correspondiente versión electrónica— como también las exclusivamente electrónicas, incluidas las de acceso abierto (OpenAccess). La Web of Knowledge, por ejemplo, es una plataforma de la empresa Thomson Reuters en la que se incluye una amplia colección de bases de datos bibliográficas, citas y referencias de publicaciones científicas de cualquier disciplina del conocimiento, tanto científico como tecnológico, humanístico y sociológico, que incluye resúmenes de publicaciones desde 1945. Es utilizada por más de 20 millones de investigadoras e investigadores en todo el mundo. Además, está integrada por bases de datos como Web of Science y Current Contents Connect, fuentes adicionales de contenido como recursos web, otros datos académicos y material de publicaciones, así como congresos, patentes y actas (Proceedings y Derwent) y herramientas de evaluación del rendimiento, como Journal Ci-tation Report GCR) y Essential Science Indicators (Esp. Por lo que respecta a la Web of Science, incluye más de 9.200 revistas científicas de alta calidad seleccionadas una vez al año de acuerdo con unos criterios de calidad de Thomson Reuters. Con la Web of Science se pueden hacer búsquedas de artículos y resúmenes de comunicaciones a congresos utilizando múltiples criterios de búsqueda, como autores, título, palabras clave, afiliaciones, años de publicación, etc., y establecer combinaciones hasta refinar los resultados. A través del JCR, se analiza la influencia científica de todas las revistas incluidas en la Web of Science. El JCR proporciona el factor de impacto, que mide el número de veces que los artí-culos publicados en una determinada revista en los 2 últimos años han sido citados en artículos publicados en otras revistas del JCR en el año en curso, en relación con el total de artículos publicados. Este sistema de valoración y clasificación permite realizar comparaciones objetivas de las publicaciones científicas. Las revistas científicas más valoradas están incluidas en portales científicos que son de obligada consulta para cualquier investigador, como Web of Knowledge, Sciverse-Scopus y Science Direct. Una alternativa al JCR es el Scimago Journal Rank (SJR), una evaluación del impacto de las revistas científicas realizada por el Grupo Scimago a partir de revistas recopiladas en Scopus, la base de datos bibliográfica más amplia que existe. Cabe también citar en este apartado la base de datos Medline, gestionada por la National Library of Medicine de Estados Unidos, que incorpora diariamente todos los artículos publica-dos en revistas científicas indexadas de todo el mundo y abstracta a congresos en el campo de la biomeclicina, lo que incluye prácticamente toda la producción científica en neurociencia cognitiva. Una de las interfaces de búsqueda más utilizadas en Medline es PubMed, un portal de acceso libre y gratuito creado y mantenido por el National Center for Biotechnology Infonnation (NCBI) de Estados Unidos (Fig. 30-7). Este portal no sólo permite acceder a las citas y resúmenes de la base de datos Medline, sino también a otros sitios que ofrecen artículos de libre acceso al texto completo, como PubMed Central, PLoS y otros editores de revistas electrónicas de libre acceso. PubMed también proporciona búsquedas de consultas clínicas, enlaces a artículos relacionados, direcciones de investigadores, la posibilidad de exportar registros a gestores bibliográficos o a archivos en diferentes formatos, enlaces a PubChem, secuen-cias genéticas y otras bases de datos genéticos y bioquímicos. Finalmente, Tanto Google Académico como Google Books han revolucionado también el mundo de las publicaciones científicas. 

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Página principal de la interfaz de búsqueda Pub Med, que incluye bibliografía científica y bases de datos genéticas y bioquímicas, entre otras. Se muestra con el desplegable de opciones de búsqueda abierto.

Otros medios de difusión 


También son fuente de divulgación muchas actividades paralelas a los recursos escritos u on line, como programas de televisión —la serie Cosmos, de Carl Sagan, por ejemplo, fue vista por más de 60 millones de personas en 60 países diferentes—, divulgaciones teatralizadas, actividades interactivas para la infancia y también para los adultos en los museos y fuera de ellos, etc. (Fig. 30-8). Al respecto, en España, por ejemplo, durante 20114 un 30,6 % de los ciudadanos visitaron algún museo; así, por ejemplo, el museo de la ciencia de Barcelona (CosmoCaixa) recibió 830.282 visitantes en 2011, y el Museo Interactivo Mirador de Santiago de Chile recibió casi 4 millones de visitas durante sus primeros 10 años de existencia, por citar sólo dos de los muchos ejemplos de estos espacios museísticos. 

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 Divulgación teatralizada. A) Títere de Ramón y Cajal (compañía de títeres Los títeres de la tía Elena). B) Representación de la obra Berishit (La historia más bella del Cosmos), con Jorge Wagensberg (físico, a la izquierda) y Pep Bou (mimo, a la derecha).

RESPONSABILIDAD E INFLUENCIA DE LA DIFUSIÓN DE LA CIENCIA 


Muchos científicos, con todo su derecho, utilizan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (o tecnologías digitales) para promocionarse y anunciar sus publicaciones y libros, y escriben sobre curiosidades y aspectos de la actualidad o de su propia vida. El interés de los seguidores se refuerza con frecuencia más por esos detalles, que contienen una mayor carga emotiva, que por el contenido riguroso de la información. Qué hace alguien, qué opina y cómo vive, interesa y es más esencial para el «cerebro» que lo que sabe esa persona, probablemente porque evolutivamente toda esta información de índole social sobrepasa la importancia que el cerebro le otorga a la información racional que le ofrece la ciencia. De ahí qué, de momento, otras informaciones van a continuar interesando y atrayendo a muchos más receptores que las derivadas de la investigación científica. Sólo cuando los receptores se ven envueltos por alguna estrategia o razón emotiva, por ejemplo, cuando se trata de temáticas importantes para la salud, se despierta un nuevo nivel de interés. Esta estrategia es una práctica no sólo legítima, sino incluso recomendable en algunos casos. ¡Cuántos científicos se han inclinado por estudiar física o biología tras haber leído los excelentes relatos biográficos de Feynamn y Watson, respectivamente! No obstante, evidentemente hay diferencias individuales en cuanto a la atracción y las preferencias por el tipo de información. 
 

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El cerebro da más importancia a la información con contenido social que a la información con contenido científico, y su estimulación es mayor si se presenta de forma emocional que si lo hace de forma racional.

Además, en un estudio en el que se analizaron los artículos publicados en inglés entre 1995 y 2004 sobre nuevas tecnologías de la información y la comunicación en neurociencia, se encontró que la transferencia de ese conocimiento a la sociedad no era siempre completamente honesta. Por ejemplo, en más de la mitad de los artículos no se incluyó información sobre el número de participantes en los estudios (en su mayoría, muestras pequeñas), los límites de las propias técnicas, la necesidad de replicación y extensión de los resultados a poblaciones más amplias, y la aplicación al mundo real, o detalles sobre las fuentes de financiación. Estas deficiencias pueden tener un impacto en la comprensión del público y en el uso potencial de la neurociencia. A todo ello hace falta añadir los propios sesgos de quien investiga e interpreta los resultados —y, por supuesto, también de quien los difunde. Tampoco los propios receptores de la información están exentos de prejuicios y sesgos, integrando preferentemente aquella información que esos filtros permiten y facilitan. La moda de la neurociencia también se está usando, de manera destacada en Estados Unidos, para presentar en los medios de comunicación diferentes aplicaciones como formas de gran innovación, por ejemplo, los productos de neuroimagen o los neurosuplementos dietéticos. Además, se han identificado casos en que la investigación no pretende ampliar el conocimiento per se o beneficiar a las personas, sino apoyar la venta de determinados productos al público en general. La situación ha sido considerada por el Comité de Ética, Derecho y Humanidades de la Academia Americana de Neurología (Ethics, Law, and Humanities Committee de la American Academy of Neurology, AAN) lo suficientemente grave para justificar la elaboración de una guía de práctica específica sobre el marketing de la neurociencia.

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La correcta divulgación debe partir, así, de fuentes de investigación rigurosas y publicaciones honestas y transparentes para evitar, una vez «en la calle», una cobertura de los medios de comunicación demasiado entusiasta o incluso engañosa, con datos que pueden confundir incluso a los divulgadores más íntegros.

En este sentido, la cobertura mediática de las innovaciones en neurociencia podría tener tanto consecuencias potencialmente deseables como otras menos deseables. Ejemplos de lo primero son las expectativas de que un enfoque más biológico de la salud mental puede ayudar a reducir el estigma asociado a los trastornos mentales, reforzando el modelo médico de lós trastornos psiquiátricos. Las consecuencias potencialmente menos deseables, en cambio, incluyen el impacto del entusiasmo por las innovaciones en neurociencia, que alientan expectativas poco realistas. sobre estos conocimientos, las que a su vez pueden ser utilizadas como herramienta de presión para la traducción apresurada de estas tecnologías en el campo de la salud y en otros sectores de la sociedad. Por ejemplo, los mismos neurocientíficos han expresado su preocupación con respecto a la representación simplificada de herramientas complejas como la resonancia magnética funcional (RMf), una herramienta de diagnóstico de gran alcance que se puede con-fundir fácilmente con un dispositivo de «lectura de la mente». En efecto, a pesar de los argumentos de precaución, el RMf se ha trasladado a la esfera pública para la detección de mentiras, como en el controvertido caso de una mujer india que fue condenada en su país acusada de haber matado a su novio sobre la base de pruebas de neuroimagen funcional, aunque en este caso no se basó específicamente en la RMf. Del mismo modo, la cobertura mediática de técnicas como la estimulación cerebral profunda puede alimentar expectativas del paciente y alterar sus respuestas a estas tecnologías. En resumen, la comprensión del público y la apreciación de la neurociencia y de la neurotecnología pueden —y deben— moldear debates sobre el uso ético de la neurociencia en la asistencia sanitaria, así como sobre el futuro de las disciplinas académicas como la psiquiatría, la psicología y la economía. Es importante destacar que la difusión de la neurociencia también influye en los mismos expertos y en las disciplinas que directamente podrían beneficiarse de ella. Desde 2010, por ejemplo, la revista Nature ha intensificado la publicación de artículos sobre salud mental y trastornos psiquiátricos. Ese año esta revista le dedicó un editorial titulado A decade for psychiatric disorders, que puede considerarse un punto de inflexión. Su objetivo fue alertar a los medios de comunicación para que estuvieran más al tanto de la información adecuada sobre los trastornos psiquiátricos, con el fin de disipar el estigma asociado con estos trastornos y crear conciencia sobre la importancia de la salud mental entre la población. También pretendía llamar la atención sobre los brillantes progresos de la investigación en neurociencias y las perspectivas futuras de la investigación en salud mental, aunque —como se reconocía en ese mismo editorial— «la integración de la biología contemporánea en muchos psiquiatras es todavía poco profunda y eso tendrá que cambiar en la próxima década». Con ello Nature, consciente de su influencia, pretendió divulgar la ciencia —y más específicamente la neurociencia— en la psiquiatría. De hecho, el principal sistema clasificatorio de los trastornos mentales, denominado DSM (Diagnostic and Statístical Manual of Mental Disorders), que en 2013 publicó su 5a edición, ya pretendía integrar los aspectos neurobiológicos subyacentes a los distintos trastornos en la propia clasificación. Desafortunadamente, dicho objetivo se ha mostrado prematuro, ya que los indudables cambios fisiopatológicos que acompañan a las enfermedades mentales carecen de la especificidad suficiente para determinar una u otra forma de expresión clínica. Así, la clasificación DSM, incluso en su moderna versión DSM-V, va a seguir fundamentándose en la descripción clínica de los trastornos mentales, con el inconveniente de que la observación de los síntomas siempre tendrá mayor subjetividad que una determinación biológica. Este hecho, asimismo, favorece el fenómeno de que coexistan, al día de hoy, enfoques de la psiquiatría basados en pruebas con otras orientaciones de escaso fundamento científico y/o ancla-as en viejas teorías filosóficas nunca demostradas y carentes de eficacia terapéutica. Los medios de comunicación y los políticos, en ocasiones, son más propensos a escuchar y recoger las opiniones de supuestos expertos que trabajan desde modelos con mucha más carga ideológica que científica, ya que utilizan un lenguaje que les resulta más familiar y, en consecuencia, también más emotivo, que las de aquellos que utilizan un modelo científico. He ahí una nueva muestra de la necesidad de que el lenguaje científico sea traducido, a través de las herramientas de divulgación, a un código comprensible para los profanos. De modo parecido, hay estudios que apuntan a que la cobertura por parte de los medios de comunicación de las interpretaciones procedentes principalmente de las técnicas de neuroimagen está influyendo en la comprensión del público de las relaciones mente-cuerpo y en las actitudes hacia los factores biológicos frente a los no biológicos en la comprensión de la conducta humana. Las tendencias actuales en la representación mediática de ciertos aspectos de la neurociencia estarían empezando a socavar los enfoques psicosociológicos a favor de los biológicos para explicar el comportamiento y sus trastornos. También parece que la cobertura mediática de la neuro-ciencia —al explicar los avances en la psiquiatría biológica al público, como la potencialidad, la credibilidad y la disponiblidad de terapias biológicas— beneficia a los enfoques biológicos en psiquiatría, aunque quizás en ello influyen más los medios de comunicación que los propios científicos. Sin duda, a través de la información en los medios de comunicación se influye en las actitudes del público hacia la ciencia. A propósito, también hay colectivos críticos que opinan que la cobertura de las noticias de neurociencia por parte de los medios de comunicación alienta visiones neurocientíficas excesivamente biológicas y reduccionistas de los trastornos psiquiátricos y el cerebro, unos nuevos paradigmas que a menudo se presentan como opuestos a concepciones supuestamente holísticas en que se mezclan conocimientos científicos y opiniones seudo-científicas, lo que constituye otro campo importante de actuación de la difusión de la ciencia. 

COROLARIO 


La difusión de la ciencia es crucial en cualquier sociedad que base su estructura social en la igualdad y la corresponsabilidad, pero las personas implicadas en los procesos de comunicación y divulgación deben ser conscientes de las fuentes y los contenido que usan, y de que la transferencia de los avances científicos a la sociedad tiene su impacto no sólo en la percepción que tiene la sociedad de esos conocimientos, sino también en la forma de percibirse a sí misma y a los individuos que la forman, y de que también influye en disciplinas académicas y clínicas distintas a las que han originado las noticias originales. Además, deben ser conscientes de cómo difunden los conocimientos, con racionalidad y emoción, adecuados a la cultura científica previa de los receptores, pero siempre con veracidad y rigor, a pesar de las simplificaciones necesarias y de los recursos estilístico, literarios, audiovisuales, etc., usados. En el caso concreto de la neurociencia cognitiva, este esfuerzo debe continuar porque la influencia que actualmente tiene sobre las implicaciones de largo alcance en salud, educación y política no es la deseable, ni las potenciales que esta disciplina científica ya puede ofrecer. 

SEGUNDA ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE:

De respuesta al siguiente cuestionario y remita sus actividades por correo electrónico:

  • El objetivo de la difusión de la ciencia debe ser:

    • Dotar a los científicos de los conocimientos necesarios para que puedan mantenerse actualizados en aquellos campos del saber que son distintos al suyo propio.

    • Dotar a la sociedad de los conocimientos que los científicos consideren necesarios para que la ciudadanía apoye la financiación de sus proyectos de investigación.

    • Dotar a la sociedad de los conocimientos necesarios para que la ciudadanía pueda contribuir a las decisiones colectivas con conocimiento de causa, en igualdad de derechos y también de responsabilidades.

    • Dotar a la sociedad de los conocimientos que los políticos consideren necesarios para que la ciudadanía apoye los planes de política científica.

  • Los avances y aplicaciones científicos:

    • A diferencia de las otras manifestaciones culturales, condicionan nuestra manera de pensar, de vivir, de ver el mundo y de organizarlo.

    • A diferencia de las otras manifestaciones culturales, no condicionan nuestra manera de pensar, de vivir, de ver el mundo y de organizarlo.

    • Como cualquier otra manifestación cultural, no condicionan nuestra manera de pensar, de vivir, de ver el mundo y de organizarlo.

    • Como cualquier otra manifestación cultural, condicionan nuestra manera de pensar, de vivir, de ver el mundo y de organizarlo

  • La difusión de la ciencia:

    • Debe ser feudo exclusivo de periodistas especializados, porque los científicos ya publican los resultados de sus investigaciones en revistas especializadas.

    • Debe ser feudo exclusivo de los científicos, porque los periodistas, con su lenguaje próximo al lector o al espectador, pueden desvirtuar el mensaje.

    • Debe surgir de la sinergia entre científicos y periodistas o escritores especializados y de sus respectivos conocimientos y habilidades.

    • Depende de las regulaciones específicas, que indican quién debe divulgar cada campo concreto del saber.

  • La diferencia entre comunicar y divulgar reside en que:

    • Comunicar es explicar los descubrimientos científicos de forma sencilla y comprensible para el gran público, mientras que divulgar es diseminar estos conocimientos junto con las implicaciones personales, sociales y éticas que conllevan.

    • Divulgar es explicar los descubrimientos científicos de forma sencilla y comprensible para el gran público, mientras que comunicar es diseminar estos conocimientos junto con las implicaciones personales, sociales y éticas que conllevan.

    • Comunicar y divulgar son palabras sinónimas en el contexto de la difusión científica, por lo que no existe ninguna diferencia entre ellas.

    • Para comunicar se usan preferentemente los medios de comunicación, y para divulgar, las colecciones editoriales.

  • La diferencia entre opinión y conocimiento reside en que:

    • Conocer es formar un dictamen o un juicio de algo cuestionable, mientras que opinar es adquirir información a través de la experiencia o la educación, o comprender de forma teórica o práctica un asunto o un objeto de la realidad; así, lo que separa opinión de conocimiento es el método científico, con su metodología hipotético-deductiva.

    • Opinar es formar un dictamen o un juicio de algo cuestionable, mientras que conocer es adquirir información a través de la experiencia o la educación, o comprender de forma teórica o práctica un asunto o un objeto de la realidad; así, lo que separa opinión de conocimiento es el método científico, con su metodología hipotético-deductiva.

    •  Opinar es formar un dictamen o un juicio de algo cuestionable, mientras que conocer es adquirir información a través de la experiencia o la educación, o comprender de forma teórica o práctica un asunto o un objeto de la realidad; así, lo que separa opinión de conocimiento es la validez de las proposiciones del divulgador.

    • No hay ninguna diferencia significativa entre opinar y conocer, puesto que el conocimiento se basa en la opinión de la mayoría.

  • En la difusión de la ciencia, la opinión del divulgador o comunicador:

    • Vale más que la de las personas a quienes va dirigida; del mismo modo, la opinión de la mayoría siempre es más válida que la de la minoría.

    • Vale más que la de las personas a quienes va dirigida, porque carece de sesgos y es más objetiva.

    • No vale más que la de las personas a quienes va dirigida; del mismo modo, la opinión de la mayoría no es necesariamente más válida que la de la minoría.

    • No vale más que la de las personas a quienes va dirigida, pero –en cambio– la opinión de la mayoría siempre es más válida que la de la minoría.

  • 1. El objetivo del conocimiento es:

    • Desentrañar la verdad, considerando que ésta no es estática, sino que se encuentra en evolución, es probablemente relativa y siempre matizable.

    • Desentrañar la verdad única de todas las cosas, para conseguir que no sea relativa ni matizable.

    • Cuestionar todas las opiniones.

    • Dar a conocer la opinión propia para convencer a la sociedad de su validez.

  • Para conseguir que la difusión de la ciencia llegue a los destinatarios, penetre dentro de su intelecto y se integre en un contexto más amplio:

    • Es necesario que: trate un tema concreto de interés social; esté escrita en un lenguaje cercano al público al que va destinado; contenga elementos que la hagan cercana al lector; esté escrita utilizando recursos estilísticos y literarios que la hagan atractiva; el título contenga elementos que llamen la atención del lector; repita los conceptos más importantes de forma diferente, para hacerlos más comprensibles; ponga énfasis en la novedad de lo que explica, y contenga elementos gráficos que ayuden a la lectura e interpretación.

    • Es necesario que: trate un tema concreto de interés social; esté escrita en un lenguaje cercano al público al que va destinado; contenga elementos que la hagan cercana al lector; esté escrita utilizando recursos estilísticos y literarios que la hagan atractiva; el título contenga elementos que llamen la atención del lector; repita los conceptos más importantes de forma diferente, para hacerlos más comprensibles; ponga énfasis en la novedad de lo que explica, y contenga elementos gráficos que ayuden a la lectura e interpretación; pero, además, es necesario que la opinión del divulgador se imponga sobre la del lector a través de sus conocimientos.

    • Es necesario que: trate un tema concreto de interés social; esté escrita en un lenguaje cercano al público al que va destinado; contenga elementos que la hagan cercana al lector; esté escrita utilizando recursos estilísticos y literarios que la hagan atractiva; el título contenga elementos que llamen la atención del lector; repita los conceptos más importantes de forma diferente, para hacerlos más comprensibles; ponga énfasis en la novedad de lo que explica, y contenga elementos gráficos que ayuden a la lectura e interpretación; pero, además, es necesario que también contenga un componente emocional subyacente.

    • Es necesario que los destinatarios ya conozcan previamente una parte significativa del tema que se ha de difundir, porque en caso contrario es imposible que entiendan nada.

  • El reto y la responsabilidad de difundir la ciencia consiste en:

    • Combinar racionalidad y emoción, partiendo de fuentes de investigación rigurosas y publicaciones honestas y transparentes para evitar, una vez «en la calle», una cobertura de los medios de comunicación demasiado entusiasta o incluso engañosa.

    • Convencer a los demás de la propia opinión, con independencia del la racionalidad de los conocimientos.

    • Utilizar la racionalidad desprovista de emoción, partiendo de fuentes de investigación rigurosas y publicaciones honestas y transparentes para evitar, una vez «en la calle», una cobertura de los medios de comunicación demasiado entusiasta o incluso engañosa.

    • Combinar racionalidad y emoción, partiendo de cualquier fuente de investigación que pueda resultar útil para el objetivo social que se pretenda conseguir.

  • Para una correcta difusión de contenidos científicos:

    • Hay que usar preferentemente las nuevas tecnologías de la información.

    • Es necesario utilizar todos los canales de comunicación disponibles.

    • Hay que elegir el canal o los canales de comunicación más adecuados para cada disciplina o tema, sin tener en cuenta el público potencial a la que vaya destinada.

    • Hay que elegir el canal o los canales de comunicación más adecuados para cada disciplina o tema, y/o para el público potencial a la que vaya destinada.

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